Amor propio

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Antes de ducharse, se desnudó lentamente enfrente del espejo del baño, donde se reflejaban todos sus complejos. Veía angustiada los kilos que, según ella, en su cuerpo sobraban; sus pechos ridículamente pequeños, que, casi sin darse cuenta, comparaba con el resto de chicas de su edad; sus labios finos, esos que nunca nadie había probado; su pelo liso, sin forma y sin brillo; sus manos grandes y sus dedos gordos; sus muslos demasiado anchos; sus dientes poco alineados; y su mirada triste y apagada a causa de lo poco que se quería a sí misma.

Este ritual lo repetía todos los días antes de ducharse, y estaba ya cansada de siempre lo mismo. Esos pensamientos negativos contribuían a su infelicidad, a la que no veía límite. Lo había intentado todo: dietas, ejercicio físico, llevar una vida saludable y lo menos sedentaria posible; pero los resultados no habían sido los que pensaba que conseguiría. Solo le quedaba una última opción: retirar de su mente todos esos pensamientos negativos, tirarlos a una basura imaginaria y no volver a repetirlos nunca. Así que se miró al espejo, vio un brillo en su mirada y firmeza en la expresión de su cara. Y dijo en voz alta la mayor declaración de amor de su vida:
- Me quiero.

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