Falsas (¿o verdaderas?) esperanzas

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Estaba dormida cuando alguien llamó a la puerta.
- ¿Puedo pasar? - preguntó.
- Claro.
Se acercó a mí, se sentó en la cama y me cogió de la mano.
- ¿Cómo estás? - dijo.
- Bien...
- No, tú no estás bien, y yo me he dado cuenta. Tan solo con mirar tus ojos puedo ver tu profunda tristeza, escuchando tu voz noto tu interior roto y tus lágrimas son pocas en comparación con lo que lloras por dentro. Y sé que solo necesitas un abrazo en el momento adecuado y la compañía de alguien que te quiera. Yo quiero ser esa persona. Juntemos mi soledad y la tuya y nos quedaremos sin ninguna.

Se me escapó una lágrima que fue seguida por muchas otras. Y entonces me dio un beso que supo a comprensión, afecto, felicidad. Y pude sonreír después de mucho tiempo.

En ese momento me desperté. Qué ingenua había sido por pensar que todo había sido real cuando solo había sido un sueño. ¿Quién me iba a querer? ¿Quién iba a preocuparse por mí? ¿Qué pretendía, que alguien me rescatara de mi dolor? No, era yo quien tenía que escapar de ese vacío, sacar fuerza e ir construyendo poco a poco la felicidad. Claro, que la ayuda de alguien lo facilitaría todo mucho. Ojalá no hubiese sido un sueño... Me sentía tan sola... Comencé a llorar a otra vez.
En ese momento alguien llamó a la puerta.

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