Relatos de amor

La despedida

Sois jóvenes. Os queda toda una vida por delante, pero no la pasaréis el uno al lado del otro. No podréis decidir permanecer el resto de vuestros días junto a la persona que amáis. Se os ha acabado el tiempo. Os tenéis que marchar. Solo vosotros sabéis cuánto os duele esta separación eterna en contra de vuestra voluntad. No es justo. Os enamorasteis, os quisisteis. Lo seguís haciendo ahora, y ese sentimiento nunca se irá. Es lo único que os queda el uno del otro. Eso y los recuerdos. Os besáis por penúltima vez. Vuestros labios se funde en solo uno. Ojalá pudieseis congelar este momento, pero es imposible.
-Siempre te llevaré conmigo, en mi corazón.
Os lleváis la mano al pecho.
-Yo también.
-¿Crees que esto es obra del destino?
-Tal vez.
-No merecemos esto.
Tenéis razón, pero vuestro futuro ya está escrito. No lo podéis cambiar.
-Ojalá pudiésemos quedarnos los dos aquí.
-Pero te tienes que marchar.
De vuestra boca se escapa un suspiro.
-¿Y si les contásemos la verdad?
-No. Sabes que él te mataría.
-Prefiero morir vivo que vivir muerto.
-Pero yo no podría soportar verlo. Además, prefiero no pensar lo que me haría a mí.
-Huyamos.
-Lo hemos intentado. Sabes que no podemos.
-¿Crees que en el futuro las cosas serán más fáciles? Me refiero a cuando ya no existamos.
-Ojalá. Si les ocurre lo mismo a nuestros descendientes, que sean libres de amar a quien quieran.
Tú, mujer, te llevas la mano a tu vientre abultado.
-Siempre tendré junto a mí una parte de ti.
-Ojalá pudiese ver su rostro.
Y tú, hombre, besas su barriga y después te levantas para posar tus labios en los suyos. Este sí que es el último beso. Recordaréis ese sabor toda la vida. A partir de ahora vuestros cuerpos estarán separados por miles de kilómetros, pero vuestros corazones permanecerán siempre muy juntos. Uno pegado al otro, como vuestros cuerpos estuvieron durante tanto tiempo.