𝟎𝟎: 𝐀 𝐌𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭 𝐨𝐟 𝐏𝐞𝐚𝐜𝐞

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El silbido de una flecha rompió el aire. La punta se incrustó en el lente del Pastador, haciendo que su luz comenzara a fallar.

El Pastador emitió un grito metálico. Medio ciego, intentó perseguir a su objetivo inicial, pero uno de sus botes de lumbre se incendió, causando una explosión que afectó a otros de su manada.

Eva reafirmó su agarre en su montura y le ordenó mantener la marcha. Se había topado accidentalmente con una gigantesca manada de Pastadores del otro lado del bosque, cuando al principio intentaba evitar un convoy de Cangrejos que transportaban componentes. Era la tercera vez que le sucedía algo parecido en su viaje —¿O la cuarta? —.

Al menos no estaba tan por su cuenta. Había anulado un Dientes Serrados para que la acompañara hacía unos kilómetros atrás, sabiendo de antemano lo traicioneros que podían ser los caminos por la nieve. La gran máquina atacaba sin piedad a los Pastadores que intentaban atacarla, pero obviamente no podía con todos al mismo tiempo. Eva disparaba cada que lo veía oportuno, procurando apuntar siempre a los lentes, las patas y los botes de lumbre. Aunque se le hacía difícil apuntar con mucho movimiento. Lo tomó como una sesión de práctica más para mantener los ánimos.

Vio otra máquina correr hacia ella de frente. Eva apuntó, y a su tercer disparo, logró hacerla tropezar. Su ahora Embestidor saltó por encima del Pastador, pasando de él con éxito.

Cuando creía que se liberaría, oyó los graznidos de una bandada de Rapaces.

—¡Maldición! —gruñó. Los carroñeros se habían visto atraídos por el ruido, y el olor a aceite de máquina y lumbre quemándose. Al menos esos eran fáciles de perder entre los árboles—. ¡Hora de retirarse!

Silbó para llamar a su máquina. El Dientes Serrados levantó la cabeza y obedeció a su comando. Llegó prontamente al lado del Embestidor de Eva, casi igualando su velocidad. Le salían chispas de su hombro y su antena se había doblado.

Eva se desvió hacia un pequeño lago congelado. Su Embestidor pasó rápidamente, al igual que el Dientes Serrados, aunque este quebró parte del hielo con sus fuertes pisadas. Una vez en el bosque, Eva bajó la velocidad y se metió en la espesura, usando la sombra de los árboles cubiertos de nieve. El Dientes Serrados maniobró para pasar por los lugares estrechos.

Eva detuvo a las máquinas y se mantuvo en silencio. Los graznidos se oyeron cerca, y gradualmente se fueron alejando, yendo más que seguro por su botín de máquinas destruidas.

Eva soltó un suspiro mientras se recostaba sobre el cuello de su montura; el tercero que se conseguía en la segunda semana de estar andando sola. Siempre procuraba mantener a sus monturas lo más que podía, sin embargo, cuando estas sentían peligro, lo primero que hacían era lanzarse de lleno a otras máquinas —o ya sea el caso de bandidos—. Seguían sin excepción el protocolo de protección, cosa que a la Doctora ya no le hacía tanta gracia. Se estaba cansando de tener que buscar un nuevo medio de transporte a los pocos días. Era como si de repente ya no le duraran tanto como en un principio. Tendría que ver la forma de modificar la configuración del Control.

Al menos sus cosas importantes estaban intactas, porque siempre estaba al tanto de ellas. Pero desafortunadamente, su lanza ya era historia. Su última montura había corrido hacia un Chatarrero y ambos habían caído por un risco. Cuando Eva logró bajar, ambas máquinas estaban destruidas. Al menos su bolsa estaba a salvo en el pequeño campamento que montó más temprano, pero había dejado su lanza enganchada al lomo del Galopador. Encontró la lanza partida por la mitad entre unas rocas filosas.

Quitó el dispositivo de control y lo acopló al mango de su nuevo Aguijón. Una suerte de que ese pequeño artefacto fuera bastante resistente. Aún así, se hizo la tarea de imitar el artefacto en un diseño más práctico para ella.

»𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐎𝐍𝐆 𝐎𝐅 𝐄𝐕𝐀«「𝐃𝐋𝐂:𝐓𝐡𝐞 𝐅𝐫𝐨𝐳𝐞𝐧 𝐖𝐢𝐥𝐝𝐬」#𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora