La niña rusa

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                                    "Lo que el árbol tiene de florido

Viene de lo que tiene sepultado"

Francisco Luis Bernárdez- Soneto

Al día siguiente, cuando Yoshio Satoru cumplía dos semanas estando en Hangyu, despertó temprano a Alina y la invitó a desayunar juntos y a hacer ejercicio. En esos días, nunca le había impuesto un horario para despertar; ella solía dormirse muy tarde, sobre todo días como esos en los que se quedaba meditando y repasando varias veces en su mente lo que habían hablado. Al principio no se dormía pensando en lo que sucedería, mas desde que el general comenzó a conversar con ella, repasaba largo rato lo que hablaban, y despertaba bastante tarde. Él solía dejarla dormir y guardarle el desayuno, hasta ese día. Se vistió con su traje tradicional y se cambió rápidamente de ropa, colocándose un atuendo deportivo. Su rutina consistía en comenzar con ejercicios de elongaciones, después saltos, sentadillas, abdominales y finalizar con estiramientos. Alina usaba el kimono, pero debió recurrir a la ropa que traía puesta cuando llegó al país porque era imposible para ella moverse así vestida. Al hacerlo, notó que ya casi no le entraba. A pesar de todo, pudo seguir el ritmo de Satoru con mucha precisión, lo que lo dejó asombrado.

Mientras seguía las indicaciones, Alina notaba que su cuerpo respondía. Le dolía, y al mismo tiempo, esto le permitía reconocerse. Tomaba noción de cada extremidad, de qué tan lejos llegaba su cuerpo, hacía palpable su contextura.

-Eres muy elástica. –mencionó Satoru, viéndola llegar con las manos al piso, las piernas estiradas y replicar el movimiento que él hacía, girando la vista hacia el techo y levantando una de sus manos.

-Iba a estudiar ballet, antes de que empezáramos a huir. Creo que sí hubiera tenido cualidades.

-Entonces, es mejor que mantengamos eso activo.

No obstante, la ropa continuó siendo un gran desafío durante toda la rutina, a tal punto de que en el momento de descender en el split tuvo que desistir del intentarlo ya que, aunque lo levantara, no llegaba a realizarlo. Yoshio le dijo:

-Una vez te vi usando un kimono que cortaste, ¿por qué no te lo pones?

-No lo usé más porque pensé que le molestaría que lo haya rasgado.

-Entiendo.- Y no dijo más nada.

Finalizó la rutina con un ejercicio de elongación y luego trajo un vaso de agua para Alina. Recién en ese momento le dijo:

-¿Sabes coser?- Alina se quedó pensando en esa pregunta antes de responder, rápidamente intuyó que el general empezaría a emplearla en algunos trabajos.

-Sí, un poco. Mi madre cosía, recuerdo algunas cosas.

-Trae los kimonos que te dio Midori-san.

Ella obedeció, todavía preguntándose qué esperaba que hiciera. Cuando regresó, abrió la caja por primera vez y observó unas hermosas telas de color azul turquesa y celeste ultramarino, adornadas con diseños dorados. A primera vista, le parecieron hermosos. Las telas inferiores del kimono eran blancas y finas.

-¿Puedes transformar estos kimonos en vestidos?

Ella no entendió.

-¿Cómo?

-En vestidos como los que usabas. Faldas amplias, camisas...

Alina estaba pasmada ante esta pregunta. Levantó las partes de los kimonos y las extendió sobre el piso, después las miró por largo tiempo analizándolas.

El hielo de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora