El hombre excelente

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"(...) el cantor, por la Musa inspirado, eligió entre las gestas un cantar cuya gloria llegaba al anchísimo cielo (...)"

Odisea- Homero

Alina no se equivocó: la sensación de patinar, de compartir su renacimiento en el hielo y sentir el aplauso del público fue superior a cualquier sentimiento de presión o de desprecio. Todo lo que tuvo que soportar durante noviembre y diciembre sobre Maga demandándole que renuncie se justificó en esa semana de funciones. Ayudó a enfrentarlo el hecho de que se quejara y conversara con Yoshio, luego con Ten, quien siempre escuchaba y comentaba con ellos. Se burlaba tan abiertamente de los dos que era divertido vivir ese sufrimiento solo para escuchar a Ten remedarlos. No creía cómo pudo ser que en un momento le preocupara que no les hablaran, finalmente el silencio era más eficaz que cualquier acercamiento que tuviera. Ella se esforzó en que fuera vista como una persona amable en las funciones, era consciente de que entre el público habría muchas personas que la rechazaban, no buscaba el amor de todos, solo quería poner fin a los ataques. Algo la movía a generar una imagen cordial, algo que en un principio entendió como miedo y luego sintió que era un deseo de probarse en algún sentido que todavía desconocía. Las flores que usaba para ingresar las arrojaba al público y después entregaba más a la salida de las funciones a las mujeres que habían asistido. La niña de las flores se esforzaba por conmover a todos, no podía asumir un papel como Yoshio y representarlo, ella vivía con profundidad al derretir el corazón de Iagon, entendía que en ese momento la pista y el público existían al mismo tiempo, que no era una actriz, que era ella misma viviendo con un deber que exigía su mayor esfuerzo.

Alina tenía el fragmento de la primavera de Vivaldi, su solo estaba marcado fuertemente por la actuación, pues debía demostrar la tristeza ante los actos de Iagon y el dolor cuando se congelaba, marcar la distinción con la tristeza, luego compadecerse de él y querer ayudarlo, abrazándolo. Después Iagon, ya descongelado, la invitaba a patinar. Alina había agregado un paso en el que se deslizaba un largo tiempo hacia adelante inclinada sobre un solo pie que ejecutaba muy cerca de las tribunas y era cuando miraba sonriente al público. A veces hasta saludaba sin perder el movimiento. Volvía a acercarse mucho cuando se deslizaba de frente con ambos pies alienados con el empeine mirando hacia afuera. En su secuencia de pasos hacía un deslizamiento en equilibrio donde movía su pie en zigzag, continuaba girando y recién después de eso cambiaba de pie. Tenía brazos alegres que acompañaban todo. Pero la figura que marcó la diferencia fue cuando patinaba de espaldas, se inclinaba y extendía sus piernas 160º grados en equilibrio para luego incorporarse, voltear y saltar con las piernas extendidas en 180º grados en el mismo movimiento. El aplauso del público y la ovación cuando descendía del split eran fabulosos. No necesitaba decir nada, no necesitaba pedir ni hablar, su patinaje hablaba por ella y convencía por sí mismo, todos se rendían ante la evidencia. Ni siquiera ella se imaginó lo que estaba generando hasta la última noche en que las personas, al finalizar la función, les arrojaron flores a los patinadores y no las que ella les había lanzado en un número, llevaron flores para ellos en agradecimiento y fue muy cálido sentir ese apoyo para todos.

La prensa fue generosa con las funciones y, después de año nuevo, Iagon se acercó mostrándole una carta de Yuuki Sabata, avisándole que asistiría a la función final.

-¿Quién es?- preguntó Alina

-Es el primer campeón olímpico de Japón, en carrera de pista.- respondió Yoshio- Es una eminencia. Ha estado en muchísimas actividades a lo largo de su vida. Peleó en la primera guerra, después entrenó para ganar los juegos olímpicos, estudió administración mientras seguía entrenando y volvió a ganar, trabajó, levantó su empresa después de la crisis del 29, ha ayudado a la industrialización del país e invertido tanto en deporte como en fábricas y ayuda social toda su vida. En la segunda guerra montó una oficina de rehabilitación de soldados. Es una persona con una vida impresionante. Además, se tiene una opinión muy fuerte de él, todos coinciden en que es amable, servicial, atento, jamás se ha oído una noticia negativa sobre su persona.

El hielo de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora