La última palabra

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"que el amor es una bahía linda y generosa

que se ilumina y se oscurece

según venga la vida

una bahía donde los barcos

llegan y se van

pero vos

por favor,

no te vayas."

Mucho más grave- Benedetti

Yoshio tocó la puerta de Alina varias veces hasta que recibió respuesta. Ella despertó sin saber dónde estaba y abrió la puerta casi dormida.

-Me preocupé. No bajaste a desayunar y pasó mucho tiempo.

-¿Qué hora es?

-Las diez.- ella intentó despertarse.

-Está bien, te veré en un rato en tu habitación.- y cerró la puerta.

Yoshio la esperó y cuando entró la vio algo más calmada que la noche anterior. Le preguntó cómo estaba.

-No dormí hasta la mañana. Tomé una decisión.- él aguardó la respuesta. – Voy a regresar a Japón.

Yoshio no pudo ocultar su alegría.

-¿De verdad?

-Sí. Pero...- y fue muy tajante- aunque sea ciudadana, quiero ser rusa allá. Quiero volver a la publicidad, a patinar, mostrando lo que soy, quiero enseñar que también amo a mi país y dar una buena imagen de él. Quiero que me promocionen como una patinadora rusa, en Japón.

-Puede hacerse, no será fácil.

-Lo sé, no pretendo que pase de inmediato. Volveré a patinar, a trabajar y haré mi imagen poco a poco.

-¿Estás segura de que no quieres quedarte?- ella asintió

-Esto me duele mucho, pero no quiero volver a empezar de cero. No quiero perder todo lo que descubrí que me gusta. Y sonará frívolo, pero estuve vistiendo kimonos hasta encontrar esos vestidos preciosos y esos trajes de hielo y el maquillaje, y no estoy escogiendo nada de eso por encima de mi nación... solo creo que mi país nunca debería pedirme que renuncie a lo que gusta, a lo que soy, por un partido. Por eso, deseo mostrar lo mejor de aquí. Llevarme lo mejor. Sé que no calificaré para competir, que no tendré cómo sostenerme. Y ya no quiero sufrir más, no quiero pensar en las pruebas, los sacrificios, las dificultades... Las habrá, no quiero buscármelas. Si estoy bien allá... Creí que llegaría y todo estaría bien, todo estaría dispuesto... Qué ingenua.- Yoshio la miraba en silencio, ella inhaló profundo:- Tal vez, regrese algún día con las cosas mejor, a algún espectáculo, a ver artistas o deportistas, compartir lo que hago. Si me quedara, no sabría ni por qué empezar. Si volviera, la semana siguiente ya estaría en la pista. No es un dinero extraordinario, pero sé que lo merezco.

Él se acercó y la abrazó con fuerza.

-Todo estará bien.- ella solo pudo asentir- ¿Cuándo quieres salir?- dijo apartándose un poco.

-Mañana. Hay algunas cosas que quiero.

Y salieron de inmediato a buscar esos almacenes donde se vendían antigüedades de las grandes familias. Buscó y compró una inmensa tetera tradicional, un libro de religión, algunos íconos y preguntó los precios varias veces hasta que llegaron a un acuerdo y lo compró todo, además de una valija para guardarlos junto a las cenizas de su familia. La tetera, no obstante, era tan grande que debió colocarse en una caja para sombreros. Con todo listo, volvieron a la estación hacia la frontera, con el dinero justo para los pasajes de regreso. Era la última semana de agosto y el verano azotaba con sus días estridentes de sol.

El hielo de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora