Un tipo de paz

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"Hoy fue un día feliz; sólo rutina"

La tregua- Mario Benedetti

Movido por un imperativo que desconocía si emergía desde los más puro de su ser o si devenía nada más de la estructura habitual de la sociedad, Yoshio decidió hacer lo mismo que Alina y tratar de reencontrarse en el estado cotidiano de la vida que le tocaba, de manera de ver si hallaba la vida que esperaba. Tomó los diarios de todo el mes, que no había leído y empezó a revisarlos, apuntando algunos avisos. Estuvo así varios días.

-¿Buscas algo en particular?- le preguntó ella.

-Sí, trabajo.- luego agregó:- La pensión de la armada se interrumpirá a fin de año.

-¿No volverán a cobrar? Todavía eres parte del ejército.

-Aunque quisiera volver, el campo de batalla no existe. Dentro de unos meses reorganizarán a todos a las tareas habituales del ejército, asignarán lugares, cubrirán las fronteras, recuperarán los operativos tradicionales, etcétera, etcétera. Y comenzarán con los que ya tenían lugares allí. Todos los demás perderán el dinero.

-Sí, leí que la crisis financiera por la derrota se anuncia con muy tristes perspectivas.- dijo ella en voz baja, revisando los titulares. – Pero, eres general, héroe de guerra y tienes estudios, ¿no te considerarán para cubrir un puesto?- lo miró y pensó- ¿O no quieres volver?

-Naturalmente, no quiero regresar. Intento ver si hay algo más que pueda hacer. Si no lo consigo para fin de año, deberé enlistarme. Solo que... dije que buscaría otra cosa cuando acabara la guerra y la guerra ya acabó.

-¿Encontraste algo?- dijo leyendo un diario.

-No. Como dijiste, la crisis se agudiza. Vendrán meses muy difíciles. –hizo silencio y continuó:- No creo que pueda reunir el dinero para enviarte a tu casa ahora.

-No te preocupes por eso.- había honestidad en sus palabras- Yo también debería trabajar.

-Eso costará aún más.

-Pero leí en estos días que auguraban que el empleo femenino subiría por la falta de hombres.

-Sí, para mujeres japonesas. En este pueblo ya hay muchas empleadas en el mercado y en el puerto, buscando dinero para llevar a sus casas. El problema aquí es que no hay industria, no hay ventas en los locales, no hay empleo. Son el puerto, la administración y las granjas en las afueras. Cualquier trabajo sería temporal para conseguir alguna propina.

-Es el tipo de cosa que podría buscar. – después añadió:- ¿Qué te hubiera gustado hacer?

-En realidad, nunca definí una profesión concreta. Siempre me gustó hacer deportes, tenía flexibilidad y buen estado, quería aprovechar esas facultades de mi cuerpo. Por eso entré al ejército.

-¿No podías ser deportista?

-Era muy difícil. Tenía que viajar a la capital, no teníamos dinero. Debes disponerle todo tu tiempo a eso, escoger un rubro temprano, formarte en él, integrar equipos o clubes... Nada de eso hay aquí, es un pueblo rural muy lejano. La mayoría emigra a ciudades, como los hijos de Haru-san. Yo no quise hacerlo, tampoco tenía los medios.

-¿Y ahora?

-Ahora es aún más difícil. Hay muy poco dinero para todo. Creía que si ganábamos la guerra, obtendría una pensión fija y me imaginaba a veces...- perdió su mirada en el cielo:- Era iluso.

-¿Por qué?

-Porque suponía que me tomaría un año para descansar y entrenar, disfrutar del deporte en instalaciones de la capital. Y la realidad es que ni siquiera hubiera salido de esta casa, así perdido como vivía. Tampoco estoy muy seguro de qué hacer, solo me gusta y soy bueno, quería aprovechar eso. Ahora, aunque me decidiera, no tendría ganancias con eso, por lo que debo pensar en otra cosa.

El hielo de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora