Capítulo siete.

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Thriller - Michael Jackson
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Después de ese día, Robin y yo no volvimos a vernos por los días siguientes.

No voy a ocultarlo, eso me desilusionó un poco, pero la verdad es que era algo normal. Ella ya no había ido al restaurante, no nos tocaba prácticamente ninguna clase juntas, y las que si nos tocaban, ella estaba ausente, y de nuevo había olvidado pedirle su estúpido número.

Era jueves, salí de la escuela, deteniéndome al borde del techo ya que el sol ese día estaba muy resplandeciente y no quería quemarme. Marqué el número de teléfono de André para preguntar si podría pasar por mi, porque ese día no me daban ganas de ir con Liam, solo quería dormir un rato en mi cama después de la semana de maratón que me había llevado. Collins tenía a Vero al borde del colapso con la elección de la canción, y por ende, Vero me tenía a mi al borde del colapso.

Coloqué el aparato en mi oído, escuchando el tono que indicaba que estaba llamando. Me tensé al instante por el susto cuando alguien detrás de mi dijo "bu" picándome el hombro. Giré hacia la dirección de la mano proveniente, dispuesta a gritarle a Liam que no me asustara de esa manera, y además para reclamarle lo del otro día porque me había estado huyendo cada vez que me veía.

En cambio, me encontré con unos ojos verdes que ya conocía bastante bien.

—Ah... Robin. —solté el aire que había estado reteniendo. Casi le grito.

Hoy, la rubia iba vestida con un pantalón de mezclilla obscuro y acampanado, con una chaqueta que parecía como de equipo de fútbol en color rojo y con mangas amarillas. Una M estaba bordada en un lado de su pecho, y siendo sincera no entendí qué relación tenía con ella. Debajo de la chaqueta, tenía puesta una camiseta negra con un estampado de varias personas... Bueno, una especie de monstruos, y un texto grande en rojo vibrante.

"Thriller, Michel Jackson". Me sonaba, pero no sabía muy bien quién era.

—Bueno, entiendo que acabamos de conocernos y tal vez no te caigo tan bien, pero me esperaba una reacción menos ofensiva, Michelle. —bromeó y las dos reímos. Su forma de decir mi nombre me causó una especie de cosquilleo en el estómago. Las mariposas de la ansiedad que ella me causaba.

—Lo siento, es que...—en ese momento, André contestó mi llamada—Oh, André. Emm... S-sí, ya estoy afuera.

—Entendido- dijo el hombre a través del teléfono—, llego en cinco minutos, señorita.

—G-gracias—le colgué y me centré de nuevo en Robin, que miraba mi teléfono con curiosidad, pero levantó la mirada al instante que notó que de nuevo giré hacia ella.

Mierda, ¿porque sus ojos son tan lindos y brillantes? Me pone nerviosa que me mire con ellos...

—¿Tienes chófer personal? —me preguntó ella, arqueando una ceja con cierta con una mirada divertida. Yo estaba tan inmersa pensando en sus ojos que tardé unos segundos en comprender del todo la pregunta.

—Eh... Bueno, podría decirse así, pero no realmente. Andre hace de todo en mi casa. —explico.

—Entiendo —ella asintió con la cabeza, de nuevo mirando hacia abajo en dirección a mi teléfono—. Lo que no entiendo es porque André tiene tu número y yo no.

—Es el encargado de llevarme de un lado para el otro, y casi siempre está en la casa entonces... —dije con una risa nerviosa y confundida por lo que acababa de decir—, necesita mi teléfono para informarse sobre dónde estoy.

—Oh, sí, claro—ella parece divertida, pero no entendí por qué—. Me pregunto si otra persona podrá tener ese tipo de información. Ya sabes, tu número.

Amores fugaces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora