Capítulo cuatro.

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The Family Jewels - MARINA
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Cuando cerré mi casillero, la cara de mi mejor amigo me sobresaltó. Estaba tan cerca y no lo había oído acercarse siquiera. Di un respingo.

—¡Liam!—chillé—No me asustes así.—él se echó a reír, sin embargo, su risa se extinguió al instante.

—De verdad siento lo que pasó... —dice. El sabe que ví el mensaje, aunque no lo haya contestado.

Eso sí, no iba dejar que mi depresión momentánea se reflejara. Lo que menos quería es que toda la escuela se enterara que había terminado con mi "súper guapo novio universitario", como lo había divulgado Vero.

Ese dia, me vestí con una falda larga negra y recta con estampado de flores en un tono blanco opaco, unos mocasines también negros y un suéter de cuello de tortuga del mismo color. Mi cabello recogido en un moño bajo desordenado, y sin maquillaje porque solo me había dado tiempo de bañarme y lavarme la cara por lo tarde que me levanté. No había dormido nada la noche anterior.

Parecía que iba a un funeral, lo único que le daba color a mi atuendo era la sudadera de la chica del puente que me habia puesto... No sabía muy bien porqué. No combinaba mucho con la vibra del negro, pero al menos no había salido en pijama.

Era... Extraño. No me sentía triste porque Adam me hubiera engañado con otra chica. Nunca había sentido una conexión tan romántica con él, porque no importaba realmente. A ambos nos beneficiaba estar juntos así que solo... Lo hicimos... Porque de cierta forma, se sentía como lo correcto.

Pero esto no era por él en lo más mínimo. Era por el tiempo que invertí en él. Las peleas, las reconciliaciones, que le presenté a la mitad de mi familia, aguantar los besos incómodos... Todo lo que gasté en él, desde material hasta sentimental.

Me sentía triste porque era como una... Traición. Como si esa persona en la que confiaba plena y ciegamente hubiera resultado ser un total desconocido para mi. Y me sentía estúpida porque, pensando en retrospectiva, debí verlo venir.

"Debí verlo venir. Debí verlo venir." Me repetí una y otra vez, perdiendo control de mis emociones repentinamente.

De repente, sentía como si todos me estuvieran mirando. Y algunas lágrimas escaparon de mis ojos por la ansiedad. Las limpié rápidamente, sonriéndole a Liam.

—¿Por qué? No es como si hubieras sido tú quien me engañó. —me río sin gracia.

—Igual, lo siento...—me abrazó. La ira, el dolor, el sentimiento de impotencia... Todo creció y creció hasta que pensé que iba a explotar, pero cuando inhalé y exhalé...

Cesó. Al menos un poco. Al menos por ahora.

Volvía a tener el control. Al menos por ahora.

—Está bien. —solté un poco de aire y sentí un escalofrío en mi espalda. Había conseguido calmarme. Me limpié un poco las lágrimas de los ojos. Me sacudí un poco el cuerpo y cerré mi casillero, dirigiéndome al aula donde tenía mi primera clase.

—¿Está bien? —el parecía muy sorprendido por mi reacción calmada, y me seguía desde atrás—¿solo eso vas a decir?

—Oh, créeme, tengo muchas cosas para decir. Pero no a ti, no en este momento y no en este lugar. Así que no voy a armar un drama y solo lo hablaré cuando ambos podamos. No tiene caso sentirme mal por esto, Liam, tengo cosas más importantes que hacer que llorar.

—Dame un poco de tu paz mental, por favor —yo reí y ambos nos encaminamos a nuestras respectivas aulas, pues no teníamos la misma clase.

Realmente me había calmado, pero la sensación de tristeza seguía allí. Nunca me había preocupado mucho por si realmente me gustaba Adam, que por cierto, no creo, creo que solo lo amaba como un amigo. Cómo esta persona segura en la que confiar.

Amores fugaces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora