Capítulo 25

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Caroline ya estaba lista para salir cuando tocaron a su puerta. La joven pensó que se trataría de Maximilien o incluso de Luan, pero para su sorpresa era Charlotte. ¡Había confiado tanto en ella! Le dolía mucho que las cosas hubiesen resultado así, pero Charlotte la había traicionado.

―¿Puedo hablar con usted?

―Sí, pasa. ―Caroline se apartó de la puerta y le permitió entrar.

―Lo primero es que quería disculparme por lo que sucedió ―prosiguió la mujer. Se encontraban de pie―. Supongo que debe haber pensado que traicioné su confianza…

―Lo hiciste ―respondió la princesa―, y no solo eso: pusiste en riesgo mi felicidad con Luan, y te volviste cómplice de la humillación que recibió esa noche. Nadie merece pasar por eso, mucho menos Luan, quien nos ha abierto las puertas de su hogar.

―El señor Edwards la puso en riesgo ―replicó Charlotte―. Ninguna persona en su sano juicio ni mucho menos la seguridad de la Casa Real podrá pensar distinto al respecto. Mi único fallo fue no comunicarlo, y lo hice por dos razones importantes: la primera, por conservar mi puesto. De haber llegado esto a oídos de la Casa Real, me hubiesen despedido por no haber hecho bien mi trabajo. El segundo motivo, fue por usted. Confiaba en que aparecería sana y salva, y que todo se aclararía. No quería que su imprudente paseo se convirtiera en la razón por la cual tuviese que regresar a casa.

―Sin embargo, te aliaste con Franz. Sabías que lo que le estaban diciendo a Luan no era cierto… ―continuó molesta la princesa.

―Sí, lo sabía. Pero la petición del señor Franz no me pareció del todo descabellada. Él utilizó un pretexto, pero las dos sabemos que, si sus padres se hubiesen enterado en su momento que desapareció durante horas con un hombre apenas conocido, armado, y en mitad de la reserva, tal vez hubiesen actuado de esa misma manera.

―¡No lo creo! ―replicó.

―Sí, sí lo sabe ―repuso Charlotte con firmeza―. Y es tan cierto como que su hermano Maximilien no ha informado a sus padres aún y tampoco pretende hacerlo.

Caroline se quedó callada. Eso era cierto. Max le había advertido que era mejor que no se entraran de lo sucedido.

―Sus padres no son personas prejuiciosas ―prosiguió Charlotte―. El color de la piel o la nacionalidad del señor Edwards no es motivo para que ellos se opongan a su relación, pero sí el hecho de considerar que no está lo suficientemente segura en Sudáfrica con él.

―Estoy segura aquí. Lo siento.

―Ojalá ―asintió Charlotte―. De cualquier forma, me disculpo nuevamente por lo sucedido y he venido a presentarle mi dimisión ―explicó la mujer mientras colocaba la hoja encima de una mesa―. Charlie ya está al frente del equipo, y yo no tengo nada más que hacer aquí.

Caroline aceptó su renuncia, pero un temor la rondaba.

―Charlotte, ¿puedo contar con tu discreción respecto a lo que sucedió ese día? Ya pasó y no quisiera que mis padres lo supieran…

―Puede contar con que no diré nada ―prometió ella―. Sin embargo, si la noticia llegase a filtrarse por alguna otra vía y la seguridad de la Casa Real me citara a declarar al respecto, no podría mentirles en ese caso.

Caroline asintió. Esperaba que el asunto no trascendiera. Fuera como fuese, ella no dejaría Sudáfrica. No ahora que sabía que Luan la amaba también.

―Buena suerte, su Alteza ―se despidió.

―Gracias. Buena suerte, Charlotte. ―Caroline cerró la puerta. 

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