Capítulo 36

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Caroline se le quedó mirando. El dolor que advirtió en sus ojos verdes le rompió el corazón, pero hizo acopio de entereza. Justin saludó a Luan, pero estaba tan nervioso que se fue de inmediato, tropezando con la alfombra.

―Luan, necesito hablar contigo ―dijo ella al fin―. Por favor, escúchame…

―Te vas, ¿cierto? ―Ella asintió.

―Me voy dentro de poco para Johannesburgo y mañana vuelo a Zúrich. Lo siento…

―¿Por qué no me lo dijiste? ―Luan se sentó en la cama, abrumado.

―Porque fue hace un par de horas que mis padres me llamaron. Dijeron que, tras la explosión, no estoy segura aquí y… Perdóname, Luan, he intentado hacerles comprender que estoy a salvo, pero no han entrado en razones ―expresó ella tomándole una mano―, y no me han dejado otra salida que no sea esta.

―Tal vez tengan razón. Timbavati no es un lugar para ti, yo no soy alguien correcto para ti… ―replicó él.

Caroline comenzó a llorar. Estaba preparada para una discusión, incluso para que la acusara de abandono, pero no para un Luan derrotado. Aquello era demasiado para ella, pues no podía verlo triste.

―No digas eso, Luan. ¡Timbavati es mi hogar y yo te amo! ―exclamó mientras le enmarcaba el rostro con sus manos―. Esto será por unos pocos meses, te lo prometo.

―No hagas promesas que no puedas cumplir, Carol.

―Esta la pienso cumplir, Luan. ¡Te prometo que voy a regresar! Además, puedes ir a verme… Mis padres quieren conocerte, eso no ha cambiado, y tu padre ya sacó pasaje para dentro de unos días… ¡Me encantaría que fueras a verme, Luan!

―No podré ir, Caroline. ¿Cómo crees que vaya a abandonar a Gertrude y a los cachorros? ―la palabra “abandonar”, aunque no fue dicha para dañarla a ella específicamente, sí la afectó―. Aunque Gertrude se salve, no estará en condiciones de amamantar a los cachorros, todavía está grave e incluso puede que cuando se recupere no los reconozca como suyos. Los tres tendrán que ser criados por nosotros, y yo no puedo dejarlos por irme de viaje. Compréndeme, no puedo. ¡Ahora son mis hijos!

―Te comprendo ―respondió ella entre lágrimas―, y no imaginas cuánto sufro por tener que dejarlos. Por dejarte a ti… Luan, perdóname. Perdóname por dejarte solo en el momento más difícil de tu vida. ¡Te juro que estoy haciendo esto por los dos! Quizás ahora no puedas comprenderme, pero espero que en unos meses sepas que me he distanciado de ti para forjar nuestro futuro en Sudáfrica. Te juro que regresaré a Timbavati.

Él se puso de pie. Sus ojos también brillaban con lágrimas contenidas. Solo le dio un abrazo, y la besó en la mejilla.

―Gracias por todo, Caroline. ―Luego se apartó de ella, se enjugó las lágrimas que habían bajado rebeldemente, e intentó sonreírle―. Eres libre para hacer lo que desees. No tienes que prometerme nada. No tengo derecho de esperarte ni de pedirte que regreses. Este nunca fue tu sitio, así que te dejo libre para que sigas adelante con tu vida.

Caroline no dejaba de llorar. Aún más cuando sintió que la puerta se cerraba y supo entonces que todo había concluido. ¿Por qué tenía que decirle eso? Luan quería dejarla libre, pero ella le mostraría que, incluso en la distancia, se pertenecían.

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