"¡Una semana!". Ese era el tiempo que Luan llevaba sin aparecer en Timbavati. Caroline tenía el corazón destrozado. Los primeros días lo esperó con ilusión, llamó en innumerables ocasiones a su teléfono ―que estaba desconectado―, y le preguntó a sus padres por él. Luego, comprendió que el mensaje era más que evidente: Luan no quería saber de ella. La princesa, decepcionada, dejó de preguntar por él, de llamar y esperarlo, aunque todavía estuviese en su pensamiento.
El dolor lo tenía por dentro, y ni siquiera Justin se atrevía a mencionarle el asunto. Conocía muy bien a Caroline para saber cuándo un tema era inabordable entre ellos. Este lo era. Luego de confesarle su amor por Luan, luego de sonreír por el recuerdo de un maravilloso día juntos, este se marchó sin explicación, hundiendo para siempre aquello que apenas había comenzado a andar en la arena del olvido.
El trabajo fue su refugio. A él se entregó con todo su esfuerzo, aunque cada rincón de Timbavati le recordase a él. El plan de rodaje se cumplía, el equipo era unido y trabajaban bien. Justin estaba satisfecho, aunque la tristeza de Caroline era lo único que ensombrecía su ánimo. La quería demasiado como para sufrir a su lado, en silencio, y albergando el firme propósito de poner a Luan en su sitio la próxima vez que lo tuviera delante.
Lo único que podía ofrecerle a Caroline era aquella escapada a Ciudad del Cabo que tendrían en una semana, justo después de San Valentín. La princesa también lo esperaba con muchos deseos pues necesitaba distraerse fuera de la reserva.
Franz la llamaba todos los días e incluso había ido a verla, pero Caroline se mantenía firme en su decisión de no volver con él. Maximilien no le había dado más detalles acerca de aquella sospecha que albergaba sobre él, pero para Caroline eso no era importante. Sus sentimientos habían cambiado, y era esa, y no otra razón, la que la hacía sostener su decisión.
Max también la llamaba con frecuencia, aunque Carol no había querido contarle nada de lo sucedido: ni de su efímera relación con Luan, ni lo que había sobrevenido después. Max era muy sobreprotector con ella, y no deseaba preocuparlo. Demoraría un poco en curarse de su decepción, pero lo haría, tarde o temprano.
Esa tarde, Caroline decidió comer con el grupo en el edificio principal del hotel. Se encontraban en el exterior, bajo la sombra de los hermosos árboles de jacaranda. Kande y Quentin se encontraban entre ellos, compartiendo la cena.
La conversación era amena, y Carol no podía negar que se la estaba pasando bien, luego de muchos días sin sonreír. Sin embargo, su estado de ánimo cambió con una simple frase que le escuchó a decir a Quentin.
―¡Es Luan! ―exclamó el hombre.
Caroline levantó la mirada de su plato y lo vio a unos metros de distancia. Se encaminaba hacia ellos con pasos ágiles y decididos.
Todo el acopio de entereza que Caroline había reunido en los días pasados se fue al suelo cuando lo vio. Intentó no hacer contacto visual, y controlar los latidos de su corazón que estaba sumamente desbocado.
Luan llegó hasta la mesa y saludó. Caroline no estaba cerca de él, y si bien le dio las “buenas noches” en voz baja, mantuvo la compostura y continuó mirando hacia su plato. "¡Qué conducta tan poco protocolar!". Pero era lo único que podía hacer para no perder la cordura.
―Me alegra saludarlos de nuevo ―saludó Luan con amabilidad―. ¿Qué tal ha estado el trabajo?
―Muy bien ―respondió Mila―, hemos progresado bastante. También nos alegra saludarte, Luan. Te echábamos de menos.
―He tenido bastante trabajo en la Universidad ―se excusó.
Caroline no sabía que hacer; la servilleta que reposaba en su regazo estaba por completo estrujada ante su frustración, enojo y nerviosismo.
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Timbavati Love ✔️
RomanceCaroline Alexandra Marie, Princesa de Liechtenstein, lleva una tranquila vida en Ginebra, donde se dedica a la fotografía conceptual. Luan Edwards es un atractivo biólogo sudafricano que realiza su doctorado en inseminación de leones y que vive en...