Capítulo 13

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*—Levanner:

—¿Querías verme? —preguntó hacia su padre mientras apartaba una silla del escritorio para tomar asiento. Cruzó las piernas y le dio una mirada calmada a su padre, quien, detrás de la amplia mesa, lo escudriñaba con sus fríos ojos de color miel.

Su padre sonrió ampliamente con una sonrisa que usaba cuando estaba frente a sus clientes, dando a entender que algo detrás se estaba cocinando y Levanner podía imaginarse que podía ser, pero se iba a ser el idiota lo más que pudiera.

Había sido muy buena idea no tomar la llamada cuando estuvo con Aydee el día anterior. La misma se había preocupado pensando que era una llamada importante, pero Levanner le había asegurado de que no era así. Sin embargo, Levanner había llamado a su padre poco después y este le había exigido verlo urgentemente.

No obstante, había retrasado el momento y lo había ignorado el día anterior, preparándose mentalmente para cuando tuviera que darle la cara. Fue esta mañana que Leonard le llamó y le dijo que tenía que ir a ver a su padre hoy sin falta. Cuando Levanner le había preguntado qué pasaba, su hermano le había dicho lo siguiente:

—Tienes que verlo tú mismo —había murmurado su hermano y se notaba preocupado.

Levanner sabía que tenía que ver sobre los últimos acontecimientos que estaba sucediendo en su vida. Había sido todo cuestión de tiempo antes de que su padre se enterara, puesto que este tenía ojos donde sea que mirase.

—Te has hecho el difícil —escuchó que decía su padre, irrumpiendo sus pensamientos.

—Ayer no podía venir —dijo Levanner—. Estaba ocupado.

—Ocupado, ¿eh? —preguntó su padre y movió la cabeza—. Eso lo he notado.

Su padre se movió hacia un lado y sacó un mediano sobre de manila de uno de los cajones de su escritorio, para colocarlo sobre la superficie de este y empujarlo hacia Levanner. Con la mano, le indicó que revisara el mismo.

Levanner bajó la mirada hacia el sobre colocado sobre el escritorio. No tenía que verlo para saber lo que era. Sin embargo, continuó haciéndose el idiota.

—¿Qué se supone que es eso? —preguntó señalando hacia el sobre.

—He encontrado muy extraño que estas en Boston de vacaciones —comentó su padre.

—No puedo tomar vacaciones? —cuestionó Levanner arqueando las cejas—. Hasta yo merezco un descanso, ¿sabes?

—¿Hace cuánto no tomabas vacaciones, Levanner? —decidió saber su progenitor.

Levanner hizo una mueca. No recordaba cuando fue la última vez, pero había pasado tiempo desde entonces. Siempre estaba ocupado en el trabajo, más bien, le fascinaba trabajar. Cuando estaba de vacaciones al final terminaba regresando al trabajo antes. Odiaba estar en ocio.

—Era tiempo de que las tomara —dijo encogiéndose de hombros.

—En medio de conversaciones con un cliente para conseguir un gran contrato? —su padre soltó una carcajada—. A otro perro con ese cuento, pero no a mi— terminó diciendo y Levanner maldijo en su mente, pero continuo la charada.

—Mis delegados son personas muy capaces —dijo Levanner sonriendo ampliamente—. Se que harán un buen trabajo.

—¿Dejando a cargo a tu asistente y al subdirector de la sucursal? ¿Tu? —su padre movió la cabeza—. Deja la charada, hijo mío, te crie mejor que eso —dijo el hombre.

👼🏻 Compartiendo Un Regalo 🎁 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora