Capítulo 4

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*—Levanner:

Un mes después...

Su cuerpo se sentía pesado y levantarse estaba resultando difícil cada día que pasaba.

Levanner extendió los brazos al aire, mientras se desperezaba.

Otro día más sin ánimos de trabajar. Solo quería pasar el día completo en su cama, pero esto no lo hacía ganar dinero.

Hizo un mohín y a regañadientes se bajó de la cama.

En el cuarto de baño, Levanner observó su semblante en el espejo del lavabo. Sus ojos se veían cansados, su cara estaba pálida y delgada, como si no hubiera comido en días, pero quizás se debía a que últimamente su cuerpo estaba cada día más rechazando las comidas que normalmente degustaba.

¿Qué diablos le pasaba?

Levanner soltó un pesado suspiro y abrió el grifo del lavabo para lavarse los dientes.

Si las cosas continuaban así, tendría que dejar su trabajo a un lado e ir a ver a un médico. No sabia que estaba pasando con su cuerpo y porque se sentía tan cansado cuando siempre había gozado de buena salud.

¿Habrá pescado algún virus?

Odiaba sentirse de esta manera tan cansado e incómodo. Lo hacia verse patético sentirse enfermo y su eficacia en el trabajo estaba reduciéndose por lo mismo.

Debería dejar de dar vueltas y resolver el asunto.

Con pesadez, Levanner se duchó y se cambió para el día con un traje italiano hecho a su medida. Levantarse de la cama era algo difícil, pero tratar de cambiarse lo era más. Su cuerpo dolía en sus coyunturas, sus pectorales por igual y nada que decir del horrible dolor abdominal.

¿Tendrá problemas con su apéndice?

Levanner arrugó los labios. No sabía de estas cosas, era un hombre de negocios que solo veía números y planes estratégicos, no sabía nada de anatomía ni de esas cosas médicas, pero quizás debería hacer una cita con el hermano gemelo de su mejor amigo, quien era un medico general en el hospital central de la ciudad para salir de as malditas dudas.

Salió de su habitación y fue hacia la cocina, donde le esperaba su ama de llaves con su desayuno listo. Era un desayuno simple, pan tostado, tocineta y huevos fritos, una taza con café, zumo de naranja y un bol con frutas del bosque, pero al ver la comida, Levanner sintió unas terribles nauseas.

Se llevó una mano a la boca y salió de la cocina para poder respirar lejos del olor de la comida. Salió al balcón y respiró aire fresco, pero las náuseas seguían allí.

¿Qué demonios?

Estos últimos días había sentido repulsión hacia ciertas comidas, si, trataba de no comérselas, porque quizás era solo su cuerpo tratando de que comiera otras cosas, pero, ¿nauseas? No le habían dado nauseas oler pan tostado o una taza con café. Su preciado café nunca le había hecho sentirse así.

Comenzaba a asustarse.

Algo estaba muy mal con él.

—Señor Rivers —escuchó una voz femenina detrás de él.

Levanner se volvió para ver a su ama de llaves.

—Lo siento, Kathy —se disculpó con su ama de llaves por haber salido así de la cocina—. Creo que pasare del desayuno hoy

—Pero tiene que desayunar bien para poder aguantar hasta la hora de comida —reclamó la mujer.

—Comeré algo por ahí —mintió Levanner. La verdad es que lo más probable que hiciera seria tomar agua y alguna galleta salada para calmar las náuseas.

👼🏻 Compartiendo Un Regalo 🎁 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora