Capitulo 8

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*—Levanner:

Odiaba cuando las cosas no salían como él quería.

Tuvieron que quedarse otro día simplemente porque Daniela había comprado los boletos para el día siguiente, lo que quería decir, que desde el inicio planeo que fuera de esa manera. La pregunta ahora era: ¿Por qué? Aunque su asistente no sabía sobre lo sucedido con Aydee, algo obvio porque no todas sus personas cercanas estaban enteradas de tal barbaridad cometida, parecía en el fondo saber algo. Las mujeres eran muy perspicaces.

También se imaginó que Leighton y Leonard sabían sobre ello, y que Leonard era quien estaba moviendo los hilos. Apostaba a que su hermano quería que Levanner se encontrara con Aydee y por eso le había pedido a Daniela que hiciera lo que hizo.

En el fondo, Levanner no quería ver a Aydee porque sabía que, si la volvía a ver antes de que se recompusiera, no sabría qué hacer, ella lo hacía sentirse como un estúpido, un tonto y odiaba sentirse así.

Esperaba que lo que quedaba del día y parte del de mañana, no se encontraran con Aydee.

Para su desgracia y al mismo tiempo su satisfacción, se antojó de ir a un restaurante que anteriormente frecuentaba cuando había vivido allí. Podía encontrarse con Aydee, pero dudaba que ella saliera a comer un día de semana. Aydee era muy quisquillosa con el dinero y los gastos innecesarios. Ya la estaba escuchando diciendo que no iba a pagar por un plato que podía hacer en su casa.

En el lugar, Leonard, Stephen y Daniela volvieron a acompañarlo y estaban esperando que alguien los atendiera, cuando unas ganas de comer algo dulce le abofetearon. Rápidamente miró a su asistente y como si esta supiera, extrajo de su bolsa un caramelo de miel. Levanner sonrió complacido y le agradeció por el mismo. Su asistente siempre estaba allí para el hasta en horas fuera del trabajo.

Abrió el paquete y se llevó el caramelo a la boca, pero antes de comenzar a devorarlo se detuvo al ver que Leonard y Stephen lo miraban con expresiones burlones. Stephen fue quien dejo su risa salir y luego Leonard le siguió. Ambos estaban burlándose de él. ¿Era divertida esta situación para ellos?

Cada vez que hacía algo que no era normal de él, lo miraban confundido y a veces con burla. ¿Acaso no se cansaban? No era la primera vez que lo veían hacerlo. Ya llevaba mucho haciéndolo, debían acostumbrarse a sus cambios repentinos de humor y sus ganas de comer cosas que no eran propias de él.

Levanner no quería pensar en ello, pero la verdad es que si debería visitar un psicólogo. No era normal que su mente estuviera así, sin embargo, odiaba admitir que tenía alguna debilidad y esta era una. Por lo menos, las aguas se habían calmado y se sentía mejor, por el momento solo tenía estos antojos y a veces la fatiga, pero lo primero se lo achacaba a que se había privado de los manjares gastronómicos de la vida y lo segundo a que trabajaba mucho.

A pesar de las burlas, Levanner se comportó. Si hubiesen estado en otro sitio, le hubiera lanzado el pequeño florero en medio de la mesa. Les dio la real ignorada y al fin devoró el caramelo dado por Daniela, disfrutando del mismo.

Para su suerte, al fin un mesero decidió hacerles caso y pudieron ordenar lo que deseaban para cenar. Cuando se fue el joven, se enfrascaron en hablar del trabajo, puesto que era lo único que los cuatro tenían en común.

—Deberíamos dejar de hablar de trabajo —comentó Stephen después y luego desvío la mirada hacia Levanner—. ¿Qué hay de tu situación? —preguntó.

Levanner arqueó las cejas.

—Si, me refiero a tus extraños síntomas —continuó su amigo—. ¿Has vuelto a hablar con Edward sobre ello?

👼🏻 Compartiendo Un Regalo 🎁 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora