Capítulo 10: Prometiste

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Valentino abrazaba sus piernas mientras miraba a un punto del piso. Varias lágrimas salían de sus ojos mientras pensaba en todas sus memorias en aquella habitación. De pronto vio una sombra aparecer en el piso y algunos pasos provenientes de su habitación. La sombra se acercaba más, hasta que Valentino pudo ver unos zapatos de cuero café pisando frente a él.

—Con que estabas aquí— Felipe, su padre, había saltado al balcón de Matías —. Le voy a decir a Guillermo, todos están como locos buscándote en Madrid— se dio la vuelta mientras revisaba su teléfono.

—Estoy bien, gracias por preguntar— contestó Valentino secándose las lágrimas del rostro.

—No te pregunté— respondió Felipe mirando a Valentino.

—No, claro que no— Valentino se puso de pie —, eso sería raro viniendo de ti.

Felipe miró a Valentino con el semblante fruncido.

—Di lo que tengas que decir, sabes que no me gustan los rodeos— bufó Felipe.

—¿Dónde está Matías?— preguntó Valentino sin perder de vista la mirada de su padre.

—No tengo idea— contestó Felipe cruzándose de brazos.

—No te creo— reveló Valentino —, lo preguntaré una última vez, ¿dónde están Matías y su familia?— espetó.

—Cuida tu tono de voz, sigo siendo tu padre— le advirtió Felipe acercándose.

—¿Les hiciste algo?— preguntó Valentino, aún enfadado.

—¿Qué?— Felipe se rió con ironía —¿Por qué querría hacerles algo?

—Porque tú eres así y, según tengo entendido, hiciste algo similar antes.

—¿Qué es exactamente lo que hice antes?

—Lo que hiciste con Zacarías, tú desapareciste a alguien porque él te lo pidió— logró contestar Valentino, aunque no estaba seguro de exactamente lo que había pasado en ese entonces.

—En primer lugar, ese no es asunto tuyo y, en segundo lugar, yo no le hice nada a Matías ni a su familia, no tuve la necesidad de mover un dedo, fueron ellos los que se fueron de aquí.

—No te creo— contestó Valentino después de estar callado un rato mientras analizaba, en el rostro de su padre, alguna pista que lo delatara.

—Mira— Felipe se tomó del puente de la nariz —, tengo demasiados problemas como para estar planeando la desaparición de tres personas. Si ellos se fueron de aquí fue problema de ellos, no mío, así que si ya terminaste de jugar al detective, te sugiero que vayas de regreso a la casa, tomes tu teléfono y le informes a tu representante dónde estás.

—¿Problemas cómo qué? ¿Una nueva amante o algo así?— Valentino se rio con amargura —¿De nuevo la madre de Gilbert Rocabritch? ¿Recuerdas la época en la que me decías que te avergonzabas de mí? Pues no tienes ni la menor idea de la vergüenza que sentí cuando el propio Gilbert me dijo que si tatuara una serpiente por cada amante que has tenido, tendría el cuerpo lleno de serpientes.

—Te estás pasando de la raya— Felipe se acercó más a Valentino con la intención de golpearlo.

—¿Yo?— escupió Valentino —Tú eres el que se pasó de la raya hace varios años con mamá, la engañabas cada vez que tenías la oportunidad. Tú no merecías a mi madre, nunca has merecido a una mujer tan buena como...

Valentino no pudo terminar, pues enseguida sintió el golpe contra su mejilla.

—¡Te advertí que cerraras la boca!

Arriba del ContinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora