La marca [Extra +18]

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La luz de la luna entraba por la ventana, sus manos recorrían aquel cuerpo un poco cambiado en aquellos meses por, sus besos bajaron por el cuello del moreno mientras sentía como la respiración del contrario se paraba un poco para luego volver a respirar de forma normal; le encantaba aquellas sensaciones que le daba al moreno en aquellas secciones de éxtasis total.

Lamió con cuidado la zona de la yugular, allí donde se encontraba aquel precioso lugar que podía marcar y hacer saber a cualquier Alfa, Omega o Beta que Horacio Pérez estaba unido con él y que nadie los iba a separar, pero se aguantó, aún no era el momento.

El omega respingo cuando sintió aquella lamida, quizá esa sería la noche que tanto esperaba, por fin ser marcado por el comisario alfa. Con cuidado sus dedos comenzaron a desabrochar uno por uno los botones de aquella camisa color conchevino, con las yemas de sus dedos acariciaba lentamente la piel blanquecina, aquel delicioso olor a sidra lo llamaba, lo buscaba, lo hacía tentar a la responsabilidad, le cegaba como siempre lo había hecho desde que se acostaron por primera vez.

—Viktor...-murmuró en voz baja-

El alfa lentamente lo tomaba en su poder y lo sabía y quería caer con él, quería caer con él las veces que fuese necesarias, necesitaba sentirse suyo nuevamente.
—Tómame.

Sintió el alfa sonreír sobre la piel de su cuello y supo que era la confirmación que el ruso necesitaba para poder llevarlo a conocer el pecado y a la vez hacerle una visita a San Pedro. Miró aquellos ojos grises, ojos...
Esos malditos ojos que le hicieron el amor la primera vez que le vio. Quitó la camisa del peliplatinado quién le ayudo en el proceso para luego tomarlo rápidamente en brazos, buscó sus labios para poder darle un beso, necesitaba un beso, su sistema rogaba por uno.

Sus lenguas se encontraron más rápido que tarde comenzando una pequeña batalla para ver cuál de los dos salía el vencedor, la suavidad del nido se pudo sentir en su espalda, un pequeño quejido salió de su boca cuando notó el bulto de Volkov en su entrada, sentía la cadera del comisario moverse mientras el placer comenzaba a nublarle la mente, podía sentir la tela gruesa del pantalón del ruso, aquel pedazo de tela que le molestaba para estar más cerca de lo que requería de Viktor.

—No te desesperes.
—Si te sigues moviendo de esa manera más me desesperare, Volkov.

Lentamente la ropa comenzó a desaparecer entre los dos, los besos y caricias no dejaban de ser repartidas ni las palabras cariñosas.

—¿En qué momento quedé desnudo?

Murmuró Horacio al ver como lentamente Volkov bajaba por su vientre dejando pequeños besos.

—Desde hace 15 minutos, Solntse.

—Joder... ¡Viktor!

El alfa había tomado sus piernas para poder colocarlas en su hombros mientras comenzaba a lamer su entrada, respingo mientras tomaba las sabanas para poder apretarlas entre sus manos, pestañeo mientras comenzaba a ver estrellas, y aquello era lo que le fascinaba, no era el sexo en sí, era las sensaciones que Viktor Volkov le hacia tener en el sexo, en el día, en la noche e inclusive en sueños, era aquello que le fascinaba de aquel hombre, como podía comportarse de tantas maneras y todas frente a él, de pasar hacer un comisario de hielo, a un mimoso en el hogar, un semental en la cama, un amoroso en el after care, era las múltiples formas de tratarlo porque aunque no pareciese, aquel hombre podía comportarse de muchas formas pero siempre con el amor que le demostraba cada día.

—¡Más!

Volkov sonrió cuando sintió aquel omega temblar bajo su tacto, le fascinaba y era su actividad favorita hacer sentir de esa forma a Horacio, porque podía hacerlo sentir perfecto todo el día, pero en la cama lo trataba como si fuese la escultura más valiosa hecho a mano por el mismísimo Miguel Ángel.
Horacio era lo menos que podía ser tratado en la cama, y eso se lo hacía saber cada vez que tenían sexo, en el pasado, en el presente y sabía que en el futuro también sería así. Una pieza valiosa de su corazón, de su vida.

—¡M-me voy a correr!

Soltó al chico en cuanto lo sintió temblar y con los espasmos en sus piernas, quería que Horacio disfrutara lo que pudiese. Con cuidado se separó de él dejándole respirar, se levantó para poder quitarse el pantalón, estaba en ello cuando una mano le paro en seco, miró aquellos ojos bicolores que tenían una luz de travesura.

—Yo lo hago. -Comentó Horacio.

Volkov solo negó con su cabeza para dejarle hacerlo, una risa salió de los labios de Horacio.
La luz de la luna entraba por la ventana, pequeños gemidos salían por la boca, la luz de la luna alumbraba el cuerpo de Horacio el cual se movía lentamente encima de aquel cuerpo blanquecino creando un precioso contraste entre su piel canela, la luz de la luna y la gota de sudor recorriendo cada parte de su ser. Cuando el romance y la noche se unen, la Luna se ve más hermosa; pero en el momento que la piel de ambos juegan a ser una en medio de esa misma oscuridad, ese ente celeste, esa reina divina se siente allí, justo dentro de aquella habitación.

—Horacio...
—Mmmh
— Quiero hacer el amor contigo, no sólo una vez, sino cientos de veces.

Ojos grises y bicolores se unieron para mirarse, la excitación recorría la pupila de aquellos enamorados. Sin embargo, la calidez y el amor sobrepasaba toda excitación, Horacio sonrió para tomar de la barbilla de Volkov alzándola para robarle un pequeño beso.

—Hazme tuyo, comisario bombón
—¿Mi omega?
—Siempre lo fui, y que esta noche de luna solo ella pueda ver el camino de unión que empecemos a recorrer.

Basto solo un movimiento, y luego otro para que Horacio nuevamente perdiera los sentidos, pero lo que no perdió y lo que sintió fue como la lengua de Volkov lamía su glándula para luego marcarlo con los dientes. Sus manos se entrelazaron, sus cuerpos se unieron un poco más, juntándose, queriendo saber que solo eran uno.

Y cuando haya eclipse, el sol y la luna siempre terminarán haciendo el amor.

Lunar ||Volkacio Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora