003

69 5 4
                                    

Esa noche no pudo dormir muy bien debido a todo lo que sucedió. Su herida, el odio que Viridi sentía hacia ella, la estúpida guerra divina, todo.

Quería distraerse, al menos un poco. Se levantó lentamente y sintió dolor, pero no el mismo que hace unas horas. Se estaba curando, eso era una buena señal. Se dirigió a la puerta de su habitación, la cerró al estar del otro lado.

Había un lugar en específico a donde acudía cuando se sentía así. Había un lugar fuera de los límites del Reino de la Naturaleza. Fuera, pero cerca.

A diferencia de Pit, ella no tenía que pedir permiso para salir. Ella simplemente lo hacía. Caminó por los pasillos en silencio, intentando ser sigilosa. Al salir del reino de manera oficial, pasó un pequeño arroyo de agua dulce, lo sabía porque ya había probado agua de ella alguna vez.

Se encontraba en una pradera, había puro césped alrededor, y eso le gustaba. Esas eran las ventajas de vivir cerca de un lugar con mucha fauna.

La luna estaba en su punto más alto, era muy linda.

«¡Ahg! ¡Debería de haber traído más soldados! ¡O soldados más competentes!».

El ambiente tan lindo se arruinó al recordar sus palabras. No podía sacarse esas palabras de su mente, tampoco la expresión de su diosa decepcionada.

No, no tenía ningún tipo de problema psicológico, solamente tenía miedo de decepcionarla.

Aunque realmente, no le importaba. Inclusive ya no le importaba si vivía o moría. A nadie le importaría, igualmente.

La que creyó que era la punta de una espada atravesó su mejilla, sacándole unas gotas de sangre y haciéndole una cortada directamente. La misma se quedó atorada en el pasto debido a la fuerza con la que se lanzó. De inmediato volteó, buscando a la persona que osó hacer eso. Era la forma de un ángel, se parecía a la de Pit.

—Maldita sea... ¿acaso te envió Palutena? Qué bajo has caído.

El contrario no respondió, simplemente se le abalanzó. La joven hizo lo mismo. El chico extendió su brazo, debido a que la joven venía a toda velocidad. Golpeó su nariz con el brazo del joven, cayendo al suelo y golpeándose la cabeza.

Abrió los ojos de inmediato. Restregó su mano en su nariz, viendo la sangre que salía de sus fosas nasales. El golpe había sido muy fuerte.

Se volteó lo más rápido que pudo, buscando al que creía que era Pit. Él la miró con malicia mientras sacaba su Báculo Sombrío, el cual estaba incrustado en el suelo.

—¿Sabes...? Esto no es muy divertido cuando no te defiendes.

Su voz era más rasposa, tenía una túnica negra con detalles dorados, un guante negro con dos pulseras doradas, un brazalete negro con dos aros dorados, un anillo de oro en el brazo, una corona de laurel dorada, sandalias negras con cuerdas marrón claro, y por ultimo un broche violeta con una anilla dorada en el brazo. Sus alas eran de color negro con una tonalidad verde turquesa oscuro, y sus alas aparentemente eran mucho más estrechas y puntiagudas que las de Pit. Tenía los ojos rojos cual rubíes y su cabello era de color negro. De inmediato se dio cuenta que no era Pit.

El ángel se acercó para intentar incrustar el báculo en su pecho. Ella se apartó de inmediato al verlo acercarse. Llevó su mano hacia su cintura para sacar su arco, pero palideció al darse cuenta de que no traía ningún arma consigo.

¿Qué debería hacer? ¿Huir? No le gustaba esa idea, ella no era de huir. Pero era la única posibilidad en la que no saldría con el báculo del ángel enterrado en la garganta.

Empezó a correr con todas sus fuerzas, con el peli-negro detrás de ella, persiguiéndola sin problema alguno. Sus piernas se estaban cansando, pero... si se detenía un solo segundo, la atraparía y seguramente asesinaría.

Después de un minuto ya estaba muy cerca de los límites del Reino de la Naturaleza, ya que no se alejó tanto.

—Ya casi... — musitó jadeante.

Lo logró, sobrepasó los límites y ya estaba dentro. Ese chico no podría entrar, no lo veía posible. Cerró la puerta lentamente, solo haciendo que se escuchase un leve chirrido.

Corrió con rapidez pero sigilosa a su habitación, intentando no despertar a nadie. Al verse de nuevo en el espejo, se dio cuenta de la marca que ese peli-negro había dejado en su mejilla, una cortada.

Ahora tenía que curarse nuevamente. Qué gran noche, ¿cierto?

✓ NIGHTS, dark pit. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora