010

51 2 0
                                    

—¡Vamos a rescatar a Palutena! — exclamaron Pit y Viridi al unísono, con notable determinación.

No entendía como estaban tan entusiastas a pesar de las circunstancias.

—¡Tropas del Inframundo a la vista! — jadeó al casi ser atrapada por un Monstroide, pero no pasó de un susto ya que alcanzó a esquivarle. — ¿Estás bien?

—Sí.

Respondió de inmediato, cortante. Estaba más concentrada en la batalla y la trayectoria de su vuelo que en contestar educadamente.

—Les enviaré algunos refuerzos. Si se interponen en su camino, los retiraré.

—¿Sabes? Puedes ser muy simpática cuando quieres.

«De tal madre, tal astilla», pensó el castaño.

Viridi suspiró pesadamente al escuchar el pensamiento de Pit, guardándose sus comentarios.

—El campo de fuerza que rodea el templo de Palutena es bastante intenso, necesitaremos pedir prestado el Carro de Luz.

—¡Parece una idea fantástica!

—Es un carro de combate rapidísimo que recorre el cosmos, ¡y va tirado por unicornios!

—¿Y con ese carro podemos atravesar el campo de fuerza?

—Exacto.

—Lo que propones es que nos lancemos con el carro hacia el campo a toda velocidad.

—Sí, por decirlo de alguna forma. — asintió divertida.

—¿Y puede que muramos en el intento?

—¿Qué? — habló por primera vez.

—Bueno, todo es posible.

—¿Y el Carro de Luz tiene bolsas de aire?

—Que yo sepa, no.

—No me obsesionan las medidas de seguridad, pero debo rechazar tu plan. — se echó para atrás en el plan, con miedo.

—Veo que ya no quieres salvar a Palutena. — Pit gruñó molesto por su comentario. — Podría estar agonizando en este preciso instante, quizá esté atrapada en una mazmorra espantosa, podría estar gritando: «¡ayúdame, Pit! ¡Sálvame, por favor!».

—Deja de excavar, encontraste petróleo, pero detente, por favor. — suplicó, cosa que le pareció algo tierna. — Supongo que es mi deber acudir en su ayuda.

—Eso quería hacerte ver, precisamente.

No sonaba muy convincente, pero estaba bien. El objetivo seguía siendo el mismo, después de todo: derrocar a Hades.

—¿No volamos un poco bajo como para hallar un carro que vuela por el cosmos?

—Es que con esas alitas que tienen, no me la ponen nada fácil.

—Sí, sí... — murmuró.

—¡Hey!

—No se preocupen, tengo un plan.

—Lo que faltaba.

—¿Has ido alguna vez al circo, Pit? Mi número favorito es el del hombre bala, ¡es muy emocionante!

—¿Y por qué mencionas todo esto? — preguntó ahora con más miedo.

—Porque vamos a intentar nuestra propia versión... ¡el ángel bala! Solo que esta vez serán dos.

✓ NIGHTS, dark pit. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora