Capítulo I

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Érase una vez...

¿Es raro estar sin pareja cuando mi única hermana menor tiene una relación bonita? A mí me da igual, se supone que la edad no define lo que hacemos.

Un dato curioso de mí es que siempre he tratado de ser perfeccionista, odio que algo salga mal por negligencia.

Mi hermana y yo vamos caminando juntas por el centro comercial e inevitablemente siento las miradas masculinas sobre nosotras. Admito que se me hace incómodo este tipo de atención.

Miro a Laura que va en shorts de mezclilla, suéter morado al estilo Oversize, unas Converse a juego con su suéter, su cabello negro liso y brillante que se mueve grácilmente con las puntas teñidas de fucsia y con una expresión risueña en el rostro. Me miro el atuendo: jeans azul oscuro corte alto, crop top manga larga deportivo negro, tenis negros, mi cabello amarrado en una cola de caballo con rizos sueltos y una pañoleta blanca. No sé porqué nos miran de esa forma tan rara siempre, me refiero a la mayoría de los hombres para con nosotras, si no estamos mostrando nada comprometedor.

Suelo ser independiente y fuerte, pero la que termina saliéndose con la suya y tener delirios de rebeldía es mi hermana. Yo soy la de las reglas, la que se porta bien y tiene todo pautado. Me estreso no llevar un orden, en cambio, ella es tan desordenada, rebelde, pero demasiado inocente la mayoría de las veces. Apenas tenemos dos años de diferencia, yo tengo 21 años y ella 19.

La razón por la que estamos en el centro comercial es...

—¡Allá está, hermanita! —me dice Laura con ese brillo en los ojos cuando ve a su novio.

Miro al chico de tez blanca y pelinegro que se acerca con una sonrisa, ambos se abrazan y se besan con amor. Yo aparto la mirada de ellos, no me acostumbraré nunca a esto con ella. Vengo a acompañarlos como la tercera, la que sobra, la espectadora.

—¡Mi chocolatico! —dice él con ternura.

Somos de piel canela, como diría mamá, pero debo admitir que esos apodos que este chico usa son muy estúpidos.

Mis muecas de disgusto ante sus demostraciones de amor me salen del alma, no puedo evitarlo. Él ríe al notar mi expresión y me sonríe.

—Hola, Joy —me saluda con mi diminutivo.

—Hola, Jesús —. Sonrío falsamente y vuelvo a mi expresión seria.

—Hoy estás de mejor humor que la vez pasada —dice ironizando.

—Sí, ¿verdad? —. Hago una mueca parecida a una sonrisa de boca cerrada.

Ellos van agarrados de manos en dirección a la heladería, yo estoy a unos pasos atrás. La verdad es que Jesús es un chico bueno, ha demostrado que quiere a mi hermana. Nunca he estado en contra de la libertad de mi Laura, al contrario, mientras más confianza entre nosotras, más posibilidades tengo de protegerla. Los veo hablar y es evidente que hacen linda pareja, ella es muy bella y él es muy atractivo también; él tiene unos lindos ojos claros, es alto, atlético, sus venas se marcan en los antebrazos y manos lo cual resulta atractivo. Es agradable a la vista.

—Hermana, me escribes cuando quieras irte o te llamo cuando sea hora de irnos, ¿de acuerdo? Voy a caminar un rato —. Me empiezo alejar de ellos.

—Seguro vas a estar en la librería aquella donde sirven café —. Hace un mojín.

—Yo no digo nada sobre tus animes —le digo entre dientes sonriendo con molestia.

—Está bien —dice apretando los labios —. Sabes que te quiero, hermanita.

Después De La Tormenta [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora