Capítulo III

9 2 11
                                    

«Espera la voz de alto. Espera la voz de alto. Espera la voz de alto...»

—Suficiente, Joy. Detente —dice mi coach.

Me levanto del regazo de Elías, uno de mis compañeros/rivales en defensa personal. Le tiendo mi mano para ayudarlo a levantarse y este acepta.

La defensa personal me ha servido muchísimo como parte de mi terapia.

—Cada vez me asustas más. No quiero llegar un día de estos con una costilla rota —dice dramático mi amigo.

Es mi compañero de lucha y mejor amigo. Por eso somos parecidos en cuanto a dramas se trata. Aunque siempre he sentido que él tiene más gracia que yo para las cosas, para todo realmente.

Es bastante atractivo. Piel bronceada, ojos color miel, cabello castaño claro sedoso en ondas y reflejos rubios oscuros naturales y su cuerpo atlético gracias a sus actividades variadas: defensa personal, natación y danza. Sus nalgas son lo que más me gusta de su físico. Trabaja y estudia, pero su familia es adinerada, así que trabaja por gusto, o es lo que me parece.

Aclaro, no me gusta de manera sexual o romántica. Siempre fuimos bastante cercanos desde el primer momento. Nos conocimos aquí, peleando hace más de tres años. Obviamente le gané en nuestra primera pelea de práctica, él dijo que me dejó ganar a propósito por ser mujer. Empezamos a hablar luego de la dichosa práctica y ya está, hicimos conexión, pero de esas conexiones que sólo se dan para una amistad. Es ese tipo de amistad que están hechas para ser simplemente eso, sin importar cuánto tiempo tarden en encontrarse.

Mi familia pensó que teníamos algún amorío, pero se equivocaron, aunque aún tienen sus dudas. Yo estoy segura de lo que siento por él y él me ha demostrado lo mismo. Hemos tenido tanta confianza que incluso nos hablamos a través de la puerta cuando el otro está haciendo del dos o nos cambiamos la ropa en presencia del otro sin ningún tipo de vergüenza.

Es el hermano mayor que nunca tuve. Sin contar que me cuida como si fuésemos familia. Lo amo tanto. Y es... con el único que soy vulnerable y el que sabe, aparte de mi familia y mi ex, sobre mi trastorno.

—Exagerado sí eres. Tú mismo dices que pego como mujer —le digo poniendo los ojos en blanco.

—Estiren y terminamos por hoy. Nos vemos la próxima semana —dice nuestro coach antes de marcharse.

—Las mujeres son fuertes... —refunfuña mi amigo.

Mientras nos estiramos decido hablar algo nerviosa.

—Tengo... que decirte algo.

No me gusta tener secretos con él y es costumbre contarnos hasta de qué color tienen nuestros mocos cuando nos resfriamos. Es algo que solía hacer de niña con mi madre por las alergias. Hermoso ejemplo.

Me da una mirada seriamente evaluativa.

—Si suenas nerviosa, debe ser algo importante o algo... —. Y me da una mirada insinuante con una sonrisa pícara.

—¡Ay, Elías! ¡Por Dios! —. Volteo los ojos —. El asunto es que... tengo una cita —suelto rápidamente como si así no se sintiera tan real lo que ya es casi un hecho.

No lo miro.

Silencio. Largo silencio. Hasta que...

—¡¿Qué?! —suelta un digno grito de un actor de teatro —. ¿Cuándo? ¿Quién es? ¡Qué amiga tan ingrata tengo que no me dice el nombre de su ligue siquiera! Me siento tan traicionado y estafado. Esto no era lo que tenía como concepto de amistad... —. Lleva una mano a su pecho y el dorso de la otra a su frente mientras pone expresión afligida.

Después De La Tormenta [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora