Capítulo IX

14 2 27
                                    

No quiero que esto termine, pero nada dura para siempre.

Ya han pasado 10 días. Me gusta ser masoquista porque no sé qué carajos hago contando los días desde la última vez que vi a Matt. Ni un mensaje, ni una llamada. Nada.

La semana ha transcurrido tranquila. Ya va una semana desde que Kevin apareció en mi casa y no he sabido más de él hasta entonces. Prefiero que se mantenga así. Me ha gustado que todo haya vuelto a la normalidad, pero siento que algo falta y me frustra saber qué —o quién— es, pero no quiero admitirlo.

Termino mi práctica de los sábados de pole dance. Me visto con mis joggers grises deportivos, mi camiseta manga corta negra y mis Vans negras. Me gusta venir cómoda. Cargo mis pocas cosas de la venta, ya que he vendido casi todos los dulces y chucherías. Me engancho mi mochila en los hombros despidiéndome de mis compañeras.

—¿Estás segura que no quieres venir? —pregunta Miri.

—Sí, linda. Muy segura —. Le sonrío con afecto —. Necesito llegar haciendo más helados y galletas, comprar los caramelos y materiales y descansar un poco.

—Está bien, Joy. Creo que es lo mejor —. Sonríe con su habitual timidez —. Descansa.

—Vale, gracias.

Al salir, la brisa hace que mi cabello me tape mi rostro y me lo quito haciéndolo a un lado. Mi cabello y yo somos personalidades distintas. Yo no lo controlo y él me hace la vida más difícil a veces.

—Chiquita.

Me tenso y trago saliva. Dios, ¿Yo soy tu guerrero más fuerte y valiente? Porque no me está gustando tu manera de demostrarlo. Cedo mi puesto si es así, de verdad.

Me termino de arreglar mi cabello con mi mano libre y ahí está. Su motocicleta estacionada y él a un lado recostado con los pies cruzados y una caja de bombones en sus manos. ¡Ay, no! Me da cringe viniendo de ti.

Se despega de su motocicleta y él avanza lentamente hacia mí. Yo intento caminar hacia un lado y él me bloquea el paso ágilmente.

—No te lo dije, pero estás mucho más hermosa desde que terminamos. Te estás cuidando mucho hasta dónde sé y se nota.

El disgusto y la molestia empieza a crecer en mí, pero lo trato de mantener a raya con ejercicios internos. Ya me da asco estar cerca de él y las cosas que dice cada vez me causa más repulsión.

—Eso implica dejar el pasado atrás y tú eres, desgraciadamente, mi pasado. Y claro que voy a estar mejor después de ti, ¿No ves que me hacías mal? Tú no existes, así que no sé qué haces aquí. Vete, chao, adiós, goodbye, ya te vas... ¿Te fuiste? —. Doy un paso atrás con mi bolsa de cosas en una mano, mi mochila enganchada en mis hombros y mi mano derecha colocada de manera estratégica en cuánto a reacción rápida se trata.

—No estés a la defensiva, no te haré daño.

Bufo y suelto una carcajada con diversión. Eso hace tensar su mandíbula. Me gusta burlarme de la gente que me cae mal.

—¿Sabes que actúas como un tipo obsesionado? Porque te he dicho de mil maneras que no quiero tener tan siquiera cruzar un saludo contigo y aquí sigues de terco perdiendo la dignidad que no tienes.

—El que persevera vence, ¿No decías siempre?

—Una cosa es ser perseverante y otra muy distinta ser una piedra en el zapato. Déjame aclararte que eres la segunda opción, por si solo entiendes con explicaciones de manzanitas y si dos más dos son cuatro.

—Deja de tratarme así. ¿Por qué no me das una oportunidad? Hasta te traje lo que siempre me pedías —dice ofreciendo los bombones.

—Exacto, te pedía. Tiempo pasado, ya no. No estás en mi presente, no te quiero aquí y mucho menos en mi futuro. Métete en la cabeza que yo te quiero muy lejos de mí. Si es posible en el otro lado del mundo, en otro planeta o en otra galaxia, no lo sé. Sé creativo, Kevin. ¿Qué tan lejos puedes llegar a estar de mí? Te reto a que te alejes lo más que puedas a ver hasta dónde puedes llegar.

Después De La Tormenta [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora