Capítulo XVII

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Me despierto sobresaltada. Me duele un poco la cabeza, pero es soportable. Me incomoda despertarme en un hogar ajeno y que me vean recién despierta o compartir la mañana con las personas del lugar.

Sé que he dormido varias veces en el hogar de Elías y hay mucha más confianza que con cualquiera, pero nunca he podido acostumbrarme a despertar en otro lugar que no sea mi casa, o al menos en un lugar donde hayan personas que no sean mis familiares.

Mi celular está al lado de mi almohada. No lo veo, pero lo tomo en medio de la oscuridad y lo enciendo. La luz me ciega por unos segundos y logro enfocar la hora.

05:15 AM.

Casi siempre, cuando me duermo entre las 09:00 y 10:00 de la noche, suelo despertarme a las 04:00 y 5:30 de la mañana y no puedo conciliar el sueño de nuevo.

La habitación está fría, pero estoy cálida entre la gruesa cobija de la cama y...

Espera.

No puedo moverme con total libertad. Me quito la cobija con cuidado y noto que, en medio del asombro, estoy abrazada desde mi espalda por... ¿Matteo?

Volteo sólo un poco siguiendo el brazo pálido y tatuado que apenas se ve en medio de la oscuridad y termino en un rostro limpio, blanco y angelical.

Este hombre es tan hermoso.

Está dormido, profundamente dormido. Me volteo del todo para mirarlo directamente y, en el acto, pega su cuerpo más al mío con su brazo. Su pecho está descubierto y siento sus tranquilos latidos en él. Está tan cálido y se ve tan vulnerable. Nunca habría imaginado que estaría así con él. Estoy tan cerca de su rostro, puedo ver cada detalle en él. Tiene su piel mucho mejor que la mía, ni una sola imperfección. Tiene que ser así, el modelaje se lo exige, o eso es lo que creo.

Sus labios entreabiertos, sus ojos cerrados, su cabello claro desordenado sobre sus pobladas cejas, el pulso en su cuello notándose a simple vista. Acerca su cuerpo mucho más y coloca su rostro pegado al mío, apenas me da tiempo de voltear el rostro a un lado. Sus labios están en mi mejilla y con todo su rostro sobre la mitad del mío. El corazón me golpea con fuerza en el pecho.

Este chico sí duerme apretujado. Yo suelo dormir sola, siempre me ha molestado compartir cama con alguien, pero con él me siento muy cómoda. Demasiado cómoda. Su respiración cae sobre mi mejilla.

No puedo estar toda la mañana así aunque quisiera. Tengo que ir al baño, me reventará la vejiga.

Me remuevo un poco para salir de sus brazos en contra de mi voluntad y él se queja tratando de no soltarme. Estoy siendo lo más suave posible, pero no me quiere soltar. Cuando logro abrir sus brazos, abre los ojos de repente y me quedo inmóvil. Con cuidado, me voy alejando de él sin dejar de mirarlo. Él se queda quieto también mientras me observa serio. Cuando alcanzo ponerme a gatas en la cama para poder alejarme más de él e irme al baño, sin previo aviso se levanta tomándome rápidamente y me echa a la cama para hacerme cosquillas. Yo trato de no reírme alto y le manoteo las manos.

—¡Déjame! —le susurro —. ¡Déjame que me estoy orinando! ¡Me voy a orinar la cama! ¡Coño! ¡Matt!

Él ríe y me deja libre. Se levanta encendiendo la luz y me mira mientras me levanto de la cama enredada entre la cobija.

—Buenos días, hormiga —dice con su voz ronca de post sueño.

—Buenos días, cuaderno rayado —le digo sonriendo falsamente y luego le lanzo una mirada seria.

Él sonríe radiante con su rostro de recién despierto. Creo que es de los pocos seres que luce bien recién levantado de la cama. Mi cabello está un poco enmarañado, pero me importa poco cómo luzca. Siempre mi cabello hace lo que quiere.

Después De La Tormenta [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora