Epílogo

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Jimin, con la ayuda del pequeño Jung Min, ponía la mesa para la cena, mientras esperaban que Jungkook llegase.

Habían vuelto a Seúl un año antes, cuando nacieron las gemelas Arin y Hani.

Si bien la familia había estado intentando convencerlos durante tres años, habían podido resistirse.

Pero el nacimiento de las gemelas coincidió con la renuncia de Kim Dong Sik a su cargo como director general de Park.

Fue entonces, que a la insistencia de que volvieran por los niños, se sumó el ofrecimiento a Jungkook para que volviera a ocupar aquel puesto.

Después de bastantes dudas, decidieron volver.

Los niños tenían que estar cerca de su familia.

Desde entonces no se habían arrepentido ni un sólo día.

Jung Min, a sus cuatro años era el nieto consentido. Su relación con Nam Seok, el pequeño de Seokjin y Namjoon de tres años, y Hyung Yoon, el hijo de Taehyung y Hoseok también de tres, era perfecta.

Y, por si fuera poco, su abuelo Seung vivía por él. Aunque había visto repartida su atención con las gemelas, en ese último año.

La relación de Jimin y Seung, se había afianzado con el paso del tiempo, y fue después de tres años que el al fin se atrevió a llamarle papá. La sonrisa de Seung en ese momento, perduró por semanas.

— El tenedor va de este lado, Jung Min — le explicaba Jimin.

— Pero yo lo uso con esta mano — se quejó el pequeño.

— Pero eso es porque aún no utilizas cuchillos, cuando aprendas a cortar la carne tú solito, utilizarás el tenedor con ésta — dijo señalando su mano izquierda — y el cuchillo con la otra.

— Ah — aceptó el pequeño aunque no muy convencido.

— ¿Reglas de protocolo? — preguntó Jungkook burlón desde la entrada del comedor.

— ¡Papá! — gritó Jung Min dejando lo que hacía para correr hacia su padre que lo levantó en volandas.

— Hola, colega ¿cómo estás?

— Bien. ¿Sabes qué? Mañana el abuelito Seung me llevará a pescar — informó entusiasmado.

— ¿A pescar? — sonrió mirando a su esposo. — ¿Park Seung a pescar? ¿Cómo has logrado sacarlo del trabajo? — dijo acercándose a Jimin y dejando un suave beso en sus labios.

— Ya ves lo que logran los nietos. Venga, Jung Min, a lavarse las manos que vamos a cenar.

Jungkook bajó al pequeño que corrió al lavabo.

— O sea que mañana, Jung Min no estará en casa — ronroneó cogiendo a su esposo por la cintura. — ¿Tiene planes para nosotros, señor Jeon? — susurró mientras mordisqueaba su cuello.

— Los tengo, señor Jeon — contestó sugerente.

— ¿Puedo saber cuáles son?

— Desde luego. Usted, señor Jeon, se quedará en casa cuidando a las gemelas, mientras yo voy a comer con tu hermano y tu cuñado.

Jungkook entrecerró los ojos mirándolo acusador.

— No es verdad — discutió.

— Oh sí, sí lo es — rio separándose de él para ir a la cocina en busca de la cena.

Un príncipe rebeldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora