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 Al día siguiente, Sheker despertó en un intento fallido de poder abrir sus ojos sin que la molesta luz solar que se colaba por el ventanal le facilitara el trabajo.

—Mierda —susurró enojada, levantándose de un salto y cerrando las cortinas blancas, sin embargo, en ningún momento se dio cuenta que en la misma habitación estaba su esposo, observándola.

Al voltear para regresar a la cama, lo vio sentado en un sillón detrás de la puerta. Ambos eran diferentes en cuanto a la demostración de sus sentimientos y capacidades. Sheker volteo el rostro y abrió la cajonera a su lado.

—Si buscas los calmantes, he enviado que los tiren. No necesitas esas mierdas para que estes bien, hay otras formas de estarlo —dijo, Azat en tono ronco, dejando caer su cabeza en su mano izquierda y observando el cuerpo desnudo de la mujer.

—¿Por qué lo hiciste? No te debe importar mis cosas siquiera debes tocarlas —bramo, levantándose nuevamente y colocándose su bata de seda.

—Si eres mi esposa me importa lo que hagas y lo que metes en tu cuerpo.

—¡No te importa! Como nada de lo que sucedió te importa. Solo eres un cero a la izquierda, Azat.

Azat cansado de tener siempre la misma conversación y acusaciones, se acercó a ella y tomo su brazo para tirarla hacia su trabajado pecho.

—¿Acaso siempre me darás la culpa a mí? ¿Crees que fue fácil para mí? Quiero tratar de hablar sin pelear, Sheker. Desde que el se fue solo gritamos y no estamos juntos como deberíamos estar para superarlo—reprocho, ganándose una risa seca por parte de su esposa.

—¡Tu eres el culpable! No puedo superarlo contigo a mi lado. Simplemente eres el culpable y eso lo sabes, aunque no lo quieras decir —rugió, dejando que sus lagrimas cayeran por sus mejillas —. Cada vez que te miro recuerdo su rostro, ¡Recuerdo que eres el bastardo que lo dejo ir a la muerte a su corta edad!

—No lo hagas, Sheker—pidió en un susurro.

—¿¡Que no haga que, Azat!? ¿Qué no haga recordarte lo cruel que eres? No necesito recordarte nada porque tu lo haces. —Expreso liberándose de su agarre en el momento que el móvil de su esposo comenzó a sonar, Azat metió su mano en su saco negro y descubrió quien lo llamaba.

—Contesta, no será que se enfade tu Bastiq —Sheker se adentró al baño y dejo solo a su consorte. Azat sin dudarlo colgó la llamada y se adentro al inmenso baño, descubriendo a su mujer desnuda dentro de la tina mientras que esta se llenaba con sales dentro.

—Tienes razón, fue mi culpa —susurro, apoyándose contra la pared y dejándose caer hasta estar sentado en la fría baldosa blanca con detalles negro—. Era mi hijo, también lo sufrí, Sheker.

—No lo demostraste al dejarlo.

—No lo entiendes.

—Tienes razón, no lo hago. No entiendo como piensas, como ves y que sientes. No entiendo nada de ti, ya sabes lo que quiero.

—Creí que tenías en claro lo que siento—Azat levanto la mirada y se encontró con la mirada perdida de su mujer. Quería decirle que estaba en lo cierto, solo habían pasado dos meses desde la partida de su hijo. —Te amo, Sheker.

—No se si decir lo mismo de ti, Azat. No puedo verte y hacer como si nada paso, cada maldito día que te veo, veo lo igual que era a ti, veo al responsable de su muerte y no puedo, no puedo verte y odiarte—el nudo en su garganta le impedía hablar con claridad, su corazón aun se oprimía de dolor.

Ambos quedaron envueltos en un tenso y doloroso silencio, un silencio que les impedía refugiarse en sus brazos y decir que todo estaría bien ¿Cómo habían llegado a ese punto? Solo tres meses atrás eran la pareja feliz aun cuando Azat estaba rodeado de un entorno peligroso. Creía tenerlo todo, el hombre que amaba y un hijo de un año, ¿Qué podía pedir aparte de bienestar y salud? Nada, ella era feliz.

—No quiero verte destruida en el alcohol y pastillas, no lo soporto—murmuró bajando la mirada hacia las baldosas —. Te dejo libre. 

DespiadadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora