Ocho meses después.
Sheker camino de prisa hasta el bus, su expresión mostro la irritación que sentía al ver este partir y no poder llegar, sentía que aquel día estaba siendo su pésimo y mayor momento de vida.
No solo llegaba tarde a su trabajo, también creía que podía morir de hipotermia con el insoportable frio de enero. Observo las calles de Taraz en busca de un taxi.
—¡Hey! —grito, dándole una seña al próximo mas cercano a ella, suspiró aliviada al ver que este paraba frente a ella —. Fue un milagro que llegaras y pararas —aseguro, sentándose en la parte trasera del coche —. Vamos a las oficinas civiles.
El taxista asintió y comenzó a manejar en la dirección dada, Sheker dejo caer su frente en el frio vidrio que se empañaba con su aliento, bajo su gorro de lana hasta cubrir sus orejas congeladas. Aquel día era el final de su contrato parcial, sabia que el tiempo había terminado y debía renovar su contrato. Aunque el tiempo no curaba sus heridas, había aprendido a vivir con ellas, a que formaran parte de su vida. Largo un suspiro cansado, la noche anterior había tenido la mala idea de emborracharse en su departamento. Era un vicio que no podía dejar, aunque lo quisiera, no cuando estaba sola.
El taxista elevo el volumen del radio, escuchando las palabras de la periodista.
—Estas personas son una desgracia —argumento en tono extranjero. Sheker separo la cabeza del vidrio y lo observo—. Últimamente dicen que se dedican a comprar bares, club y burdeles. Dicen que quieren formar una cadena de bares, pero también está el rumor que son personas que están en cosas raras y lo hacen para mover sus mierdas. ¿Usted que opina?
Sheker escucho con atención las palabras de la mujer, no había duda. Azat y su jefe estaban haciendo crecer el mercado en su país, siempre supo que lo hacían fuera de este, pero ya no era de esa forma.
—¿Qué piensa usted? —respondió con otra pregunta, sonriendo con ironía. Ese era el mundo de Azat.
—Soy de una generación que nada de esto sucedía, los militares se diría que reclutaban a sorteo a jóvenes de dieciocho años, era una obligación hacer la milicia. No teníamos tiempo para pensar en esas cosas, señorita. Hoy mis nietos e hijos pueden estar en aquellos lugares, nadie me asegura que saldrán con vida en sus salidas.
Sheker se quedo pensando en sus palabras; nadie aseguraba que salieran con vida.
Era lo mismo que ella, nadie le había asegurado que su hijo regresara con vida, había confiado plenamente en Azat y recibió el error mas grande que pudo tener.
—A veces es bueno dejar ir, señor. Cuando sus hijos son mayores, uno deja de sentir que tiene el derecho de obligarlos a no meterse en problemas, mi madre solía decir que mientras uno es menor, ella nos obligara a hacer lo que este bien. Usted los crio, es su parte ahora vivir la vida y querer seguir sus pasos. —Argumento con melancolía, recordando a su madre.
—¿Es madre? Sus palabras se sienten como una.
—Lo soy—susurro, se enderezo al ver que había llegado, observo en la pequeña pantalla el monto del servicio y le tendió un billete —. Quédese con el cambio.
Bajo del taxi y se adentro al edificio con estilo histórico, aquel lugar se había convertido en su trabajo o en el intento de él, estar lejos de Azat se había convertido en una libertad para beber todo lo que quisiera, regresando a su antiguo pasatiempo.
La mirada triunfante de su supervisora la recibió al estar frente de su oficina.
—Vaya ¿Qué tal tu día? —pregunto, mirándola con hipocresía.
—De hecho, mucho más movido que el tuyo ¿Por qué? —pregunto, fingiendo inocencia en sus palabras.
—Tus palabras hoy me dejan de afectar. Por fin puedo decir que estas despedida, han decidido no renovar tu contrato, tus cosas están aquí —señalo la caja que estaba en el suelo—. No necesitamos ver lo ebria que llegas a trabajar, sin decir lo ridícula que te ves cada mañana.
Sheker sin decir una palabra, tomo la caja del suelo y antes de salir, respondió:
—También me alegra no volver a verte y, por cierto —sonrió —. Tu marido y jefe no me despidieron solo por el hecho de darle lo que una mujer frígida no puede. Cuídate, vendrá alguien mejor todavía. —Rio al ver la cara de la mujer.
Al voltear, su expresión facial cambio por completo, estaba asegurado, después del divorcio, había regresado a su tierra natal y sin tener quien la detuviera, el alcohol fue su único refugio como hace tiempo atrás lo había sido en su juventud. Camino sin rumbo, o mas bien, hacia donde ella más conocía.
Sonrió con pesar al sentir pequeñas gotas enredarse en su cabello, ¡Genial! No llovía la mayor parte de esa época y aquel debía considerarse su día de suerte. No solo había sido despedida por llegar la mayor parte del tiempo, ebria, aquel lugar tenia poco trabajo para una mujer. Debía pagar renta y sus gastos. Si antes no había sido despedida solo era por su responsabilidad al trabajar sin importar como llegara, además distorsionar a su jefe al encontrarlo con otra mujer, sentía pena por su supervisora, mientras se la pasaba amargándose por ella y su apariencia, su esposo tenia una doble vida.
Ya no le importaba, lo que mas importaba en aquel momento era encontrar un nuevo trabajo. El sonido de la campana al abrir la puerta fue música para sus oídos, dejo la caja sobre la silla a su lado y golpeo la barra con sus dedos, en espera de que su ya conocido amigo, Batman la atendiera.
—¿No crees que es muy temprano para que estes aquí? —cuestiono una voz detrás de ella, Sheker volteo y observo a su tío caminar hacia el otro lado de la barra y sacar dos pequeños vasillos. —¿Lo mismo de siempre, cariño?
—Así es. —Sheker suspiro y observo el liquido vertido en ambos vasillos. —Tuve un mal día.
—Desde que lo recuerdo, siempre tienes un mal día, Sheker, ¿Qué sucedió esta vez?
—Fui despedida, de hecho, mi contrato termino y no tengo renovación. Debo buscar un nuevo trabajo—Sheker tomo el cristal y lo llevo a sus labios, tomándolo de un solo sorbo y hacer una mueca al sentir su garganta arder.
—No es excusa para que bebas como si fuera tu desayuno nutritivo, Sheker. Deberías intentar internarte, sé que fue difícil para ti todo esto, debes superarlo y seguir adelante.
—Estoy siguiendo adelante, tío.
—No de esta forma, eres mi única sobrina y quiero que estes bien.
—¿Cómo esta papa? —pregunto cambiando de tema, el hombre suspiro y negó.
—Deberías ir a verlo. Pronto se casará y quiere que estes allí con él. Sabe que estas aquí, y espera que tu regreses a casa.
Sheker hizo un puchero y asintió.
—Se casará —afirmo, quitándole la botella a su tío y bebiendo de ella —. No es fácil olvidar todo, al fin y al cabo. Perdí a mi hijo, a mi madre y a mi hermano, es mejor que olvide el pasado y forme una nueva familia.
—Cariño, tu eres su hija, nada cambiara eso. La muerte de tu madre y hermano fue duro para ambos, pero ya paso mucho tiempo, solo se tienen ambos y el te necesita.
—No lo hace, y es mejor de esta forma. Necesito trabajo, ¿Tienes un lugar aquí?
—¿Para que dejes la bodega vacía? No gracias, no necesito personal.
—No tomare, lo juro.
El hombre se quedó observándola por unos segundos y le quito la botella de la mano.
—Esta bien, ven a las ocho, ya sabes que todos los viernes tenemos noche vip y muchas personas.
—¿Qué hay de nuevo esta vez?
—He conseguido traer un cantante extranjero, no lo arruines, Sheker. Esta noche es para ganar millones.
—Eso quiere decir que la paga será mayor por ser tu sobrina—afirmo entre risas.
ESTÁS LEYENDO
Despiadados
Teen FictionAzat y Sheker, una pareja que sabia lo que el futuro les podía dar y quitar, sin embargo, nunca pensaron que el destino les podía quitar a la persona que mas amaban. ¿Como se podía vivir con ese dolor? Ambos sabían como enfrentarse al dolor, el m...