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En toda la noche, Azat no quitaba la vista de su mujer, porque eso era para él, su mujer.

No le importaba saber que tenia a otra mujer a su lado, el tiempo no había sido suficiente para dejarla de amar, para arrancar su nombre de su piel como así también su toque. Ninguna mujer podía compararse a su Sheker.

—¿Por qué estamos aquí, Azat? —volvió a repetir Alman irritada, odiaba los lugares con demasiado ruido —. Insististe tanto por este lugar y no me lo quieres decir.

—Por trabajo, Alman. Ahora mantente en silencio.

La música seguía su curso, así como los gritos eufóricos de las mujeres por el cantante.

—He logrado hablar con el dueño del bar, por ningún motivo lo venderá. No podemos obligarlo a hacerlo, Azat. Recuerda donde estamos—musito Aslan Omanov en tono serio, bebiendo de su copa mientras observaba el baile de las mujeres —. Aunque me agrada demasiado este lugar.

—Lo quiero —respondió, volviendo su mirada a Sheker y observando a esta servir copas, concentrada en su objetivo. Solo había una razón por lo que quería el lugar, no era de sabio ni de imbécil saber que su tío era una persona que le gustaba el dinero y aunque estaba en una cuerda de lo bien y el mal, el dinero siempre ganaba y eso lo sabia desde el primer momento que vio a su Sheker bailar en uno de los tubos, quien debía cuidarla no lo hizo, mas solo ganaba dinero por la belleza de sobrina.

—No podemos, Azat. Lo ultimo que quiero es generar un problema en el país por un bar, pero te prometo que en cuanto terminemos de obtener la cadena que queremos para lavar dinero, podrás adquirirlo.

Azat no dijo nada, solo se quedo en silencio, esa respuesta no le gustaba, no estaba hecho para ser frenado ante sus impulsos, Aslan era su jefe y amigo, pero el nunca prometió ser su amigo mas solo fiel a su trabajo.

al amanecer, todos comenzaban a retirarse, algunos ebrios mientras que otros no solo podían caminar, debían ser sacados por seguridad. Sheker estaba acostumbrada a ese tipo de cosas, era como verlo desde otra persona a una Sheker del pasado.

—Sheker —llamo Carter, esta volteo a observarlo —. Puedes irte a casa, yo puedo terminar de limpiar.

—Gracias.

Sheker tomo sus pertenencias y salió del bar, estaba demasiado cansada, era la primera vez que resistía una noche trabajando sobria, sonrió al recordar todas aquellas noches en las que debía beber para tener el coraje de salir en diminutas prendas y ganarse su dinero. No deducía como lograba bailar ebria. Después de la muerte de su madre y hermano, había tomado la decisión de trabajar como bailarina, mientras que su padre superaba el duelo sola. Sus zapatos resonaban en la acera, temía caer al ver algunos pequeños charcos congelados, apretó su abrigo mas a su cuello y camino de prisa. El chillido de unas llantas a su lado la paralizo, observo al vehículo que estaba a su lado todo negro, no podía deducir quien estaba del otro lado por sus vidrios polarizados. Volvió su vista al frente y siguió caminando de prisa, con el vehículo a su lado.

Solo había pasado una cuadra del bar, cuando paro y lo enfrento.

—¡No sé quién eres, pero ¿qué quieres? —espeto, en tono alto y enfadada, fue allí cuando la ventanilla del vehículo bajo y el perfil de Azat se mostró—. Azat...

—Sube—ordeno sin mirarla, con sus puños apretados al volante.

—No quiero y no es necesario —Sheker no demostraría cuanto le afectaba volver a verlo después de mucho tiempo, tampoco admitiría que lo había extrañado y anhelado. La fémina siguió caminando y Azat conduciendo a su lado.

—Sube, Sheker, no me hagas repetirlo —hablo, tratando de contenerse para no hablarle alto, estaba en un punto donde le resultaba difícil contener su enfado, no con ella, con el mismo y con Carter. Estaba mas que prohibido acercarse a su mujer, y el mismo había sido el responsable de tirarla en brazos de otro hombre y nada le aseguraba que fuera el único que quería aprovecharse de Sheker.

—¡Dije que no!

Azat golpeo el volante y bajo del vehículo, con fuerza sostuvo la cintura de la mujer y sin importarle sus gritos, la adentro en la parte de copiloto, rodeo el vehículo y se sentó en su lugar, ambos se mantuvieron en silencio. Azat aspiro el dulce perfume que ya conocía, amaba aquel perfume, eran las mezclas justas para no ser intenso.

—¿Por qué regresaste a ese bar, Sheker? Me prometiste que no volverías allí—rompió el silencio, Azat.

—Lo prometí cuando creí conocerte. No estamos casados, no hay nada en común, puedo trabajar donde yo quiera.

—Puedes, pero no allí y en ningún bar.

—No es tu asunto.

Si es de mi mujer, si es mi asunto.

Sheker rio con ironía y negó. Las mismas palabras de siempre, las mismas que esta vez cambio el esposa por mi mujer. que ironía del destino, muchas cosas podían cambiar en horas, días y meses.

—No soy tu mujer ni tu esposa. No somos nada, estamos lo suficientemente grandes para comprender la situación.

—La única situación que veo es que rompiste tu palabra, sin importar con quien estes, no seguirás allí —respondió pasando por alto las palabras de Sheker.

—¿Qué quieres? No estoy para juegos, Azat.

—¿Dónde vives? Es peligroso que andes sola a esta hora, incluso vestida de esa forma.

—Creí que no te importaba que usara falda, de hecho...te gustaba.

—Y aun lo hace, pero esta frio para ti, ¿Dónde vives?

Sheker suspiro y le dio la dirección. Al cabo de unos minutos, Azat estaciono frente al departamento.

—No hiciste movimientos en la cuenta bancaria que te di —dijo, Azat, mirando el edificio.

—Deje en claro que no necesitaba tu dinero ni nada de lo que te rodeaba.

—Pero es tuyo.

—No es mío, estoy bien de esta forma. —Sheker volteo y lo observo así también Azat. Sus ojos conectaron, el tenia en claro que sin importarle nada, la amaba con intensidad, era posesivo, engreído y un asesino, aceptaba lo que era entre muchas cosas más, pero nada le quitaba el peso de la muerte de su hijo y la partida de su esposa, quería verla feliz sin él, lo había prometido, pero no resultaba fácil, él vivía en la oscuridad y sin Sheker seguiría allí por mucho tiempo. ¿Qué importaba cuantas mujeres pasaron por su cama? Todas eran igual, una vagina mas donde meter su miembro y quitarse sus deseos sexuales que solo una mujer podía llegar a complacerlo de la manera que quería. Una mujer que entendía sus puntos débiles, donde tocar y por supuesto, donde chupar.

—¿Estas bien? —musito mas tranquilo —. Aun lo recuerdo, no puedo olvidarlo.

—Yo tampoco, día a día lo recuerdo—susurro, tratando que el nudo en su garganta no le impidiera hablar—. Recuerdo sus primeros pasos, incluso cuando me llamo mamá.

y papá—agrego, Azat sonriendo de lado.

—Lo extraño —señalo, Sheker inconsciente, dejando ver lo vulnerable que era en cuanto se trataba de Serik. Suspiro hondo y abrió la puerta a su lado —. Gracias por traerme.

Sin mirar atrás, salió del vehículo y se adentró al edificio, tratando de retener sus lágrimas. ¿Quién podía sanar la herida de la perdida de un hijo? Necesitaba respuestas, necesitaba saber como seguir soportando el vacío que le causaba dolor en su pecho, el mismo que le dificultaba respirar y ver la vida de otra forma, Serik había sido su mayor milagro y amor, el mismo que le mostro que después de la muerte había vida y la misma fue la que se encargó de llevárselo aun de joven. Estar cerca de Azat y todo lo que lo rodeaba solo causaba daño, no quería mas daños en su vida, estaba agotada de luchar contra algo que no sabia porque vivía, agotaba de embriagarse hasta caerse y seguir en vida, ¿Por qué era injusta la vida?

La respuesta era clara, se había enamorado de un sicario, el hombre que se ocupaba del trabajo sucio de su jefe, aquel hombre que debía dar su vida por salvar a Aslan, la misma razón por la que murió su hijo y no podía perdonarlo o perdonarse ella misma. 

DespiadadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora