Capítulo 62

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Volver a verle después de todo sería como caminar sobre el dolor descalza. Aunque en el fondo yo necesitaba hacerlo.
Traté de superar lo mío con Ben. Siempre lo intenté. Quedé con otros chicos que nunca me gustaron. Sonreí falsamente por no mandarlo todo a la mierda.
No sabía por qué era tan difícil desprenderme de Ben.
¿Por qué?

Monté en la moto de Lara, que, por cierto, era nueva.
Era la antigua casa de Ben antes de que sus padres se marcharan a Barcelona.
Tengo que admitir que nunca antes había entrado en ella.
El olor a tabaco me hizo toser.
Había cristales por el suelo.
Ropa por el suelo.
Todo estaba empaquetado.
Las habitaciones estaban prácticamente vacías.
En uno de los pasillos había una foto de Ben cuando era niño.
Nunca le había visto sonreír como en aquella foto.
Me quedé parada frente a esa foto por unos cinco o seis minutos.
Seguí caminando y llegué a una habitación que solo tenía una cama. Antes de mirarle, miré el suelo. Estaba lleno de cristales y papeles viejos. Olía a chamuscado.
Estaba de espaldas. Con una sudadera gris que nunca le había visto antes.
Cerré los ojos y tomé aire.
El dolor estaba frente a mí.
Literalmente.
Ben era mi dolor.
Me acerqué despacio y el crujido de los cristales le hizo girar su rostro quedándose de perfil. Me miró de reojo y volví a mirar al frente.
Seguí con los ojos cerrados.
Me senté a su lado.
Él no quería mirarme y yo lo sabía.
Suspiré aguantando las lágrimas y antes de que pudiera decirle algo él habló.
- Aléjate de mí, es lo que quieres, estás a tiempo.
- Ben...
Le agarré el brazo y un gesto de dolor transformó su cara.
Le levanté la manga delicadamente y tenía cicatrice, moratones y quemaduras.
- Ben. - Le miré alarmada-.
Me miró a los ojos y entendí porque Lara me había hablado de sus ojos.
No eran los mismos.
- ¿Cómo estás?
- ¿En serio tienes el valor a preguntarme esto después de tanto tiempo? - Le dije. - Mírame. Vuelvo a estar contigo.
- No, márchate, si es lo que quieres. No te voy a obligar a que te quedes. - Se colocó el cigarro entre los dientes. - Sabes, nunca hagas esto. - Sacó el mechero de su bolsillo y agarré el cigarro, lo tiré y lo pisé.
- Ahora, dime. ¿Por qué Ben?
- Nunca lo entenderías.
- No te hablo de lo que pasó entre tu y yo. Hablo de ti. ¿Por qué te haces esto?
- El dolor es lo único que me hace sentir vivo.
- ¿Qué?
- Eras mi vicio. Te fuiste y tuve que elegir otro. El tabaco lo es.
- Basta, Ben. Mírate, estás lleno de heridas y cicatrices. Moratones. Ben, joder.
- ¿Por qué has venido?
- Siempre vuelvo.
- Puedes marcharte.
- ¿Por qué quieres que lo haga?
- Porque te fuiste ya una vez, y sé que lo mejor para ti es no estar conmigo. Y lo creas o no, yo quiero lo mejor para ti. Yo no lo soy. Me encantaría verte dentro de unos años con un tío elegante, ya sabes, de los que valen, que te pida que te cases con él o yo que se, pero que te ame con todo el amor que nunca pude darte.
- Para. - Empecé a llorar y él me miró-.
- No te creerás ni una palabra de mí.
- Te he echado tanto de menos que oírte me duele. Y por mucho daño que me hagas, por mucho que me falles, siempre vuelvo a ti, como una gilipollas o como quiera catalogarme. Pero no pienso dejarte caer.
Le agarré la mano y me apoyé en su hombro.
Ambos cerramos los ojos y mi lágrima calló a la vez que la suya.
Y apreté su mano fuerte y noté sus nudillos reventados.
- No estaba preparado para verte ir. - Me susurró-.

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