Capítulo Uno.

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Su pecho dolía, las lágrimas bajaban como cascada sobre sus mejillas. De rodillas temblaba en aquella tumba con el nombre su madre, aquella misma mujer que lo golpeó, lo mató de hambre y estuvo apunto de venderlo con uno de esos sucios hombres.

Aún así, siendo la mujer más despreciable que tuvo que conocer en su vida, le lloró. No sabía si era felicidad; de que por fin estaría libre y que no sería más golpeado, o tristeza ¿Miedo? ¿Qué haría de ahora en adelante? No tenía a nadie, nunca conoció a su familia por ninguna de las dos partes. Era complicado estar solo con sólo dieciséis años y además nunca había trabajado, jamás había ido a la escuela ni tampoco tenía dinero.

Tristemente se limpió las lágrimas, el cementerio estaba solo a excepción del velador que de vez en cuando le echaba un ojo por si ocupaba algo (o se robaba algo) era increíble pensarlo pero a veces la gente se roba alguno que otro recuerdo que dejaban en las tumbas. Tal vez gente también necesitada como lo era TaeHyung, pero él no era un ratero.

Finalmente se levantó, leyó por última vez el nombre de su madre, el año que nació y el año que murió. Madre, hija y hermana. ¿Hija? ¿Hermana? Qué sabían las personas de su vida, tomó una rosa blanca de la tumba de a lado y la dejó encima de la que le pertenecía a su madre. El velador suspiró pero entendió que sería malo de su parte decirle algo.

Se despidió del hombre viejo y saliendo del cementerio volteó a los dos lado... ¿Qué haría ahora?

"¡Tu estúpido padre, Kim NamJoon, el imponente Kim NamJoon asqueroso. Prefirió abandonarte , por tú culpa yo estoy aquí y él vive en una recidencial comiendo postres y tomando limonadas; que si no fuera por tí, yo también estaría disfrutando!"

Suspiró por milésima vez, sería la primera y última vez que visitaría esa tumba, no le lloraría más, no la pensaría ni un segundo de ahora en adelante. Ella lo odiaba, entonces él también lo hacía.

El camino fue largo, los autos le pitaban y en una ocasión alguien le aventó un vaso con café. Él odiaba el café.
Pero por fin llegó, la camisa blanca tenía algunas manchas, sus pantalones ya no le quedaban bien como antes y los Converse de segunda mano por la falta de suela hacia que sus pies dolieran después de media hora de caminata. El sol empezaba a ocultarse y su garganta seca dolía a horrores, no podía seguir, así que cuando vio aquel vecindario con casas enormes suspiró aliviado sabiendo que ya había llegado a su destino.

Todo era muy costoso en el lugar, los autos lujosos, las mujeres con perros miniatura que lo observaban de arriba hacia abajo con cara de asco.
Muy contrario a lo que estaba acostumbrado a ver, su casa ni siquiera tenía puertas en las habitaciones, habían hombres en las banquetas bebiendo y muy probablemente drogándose, mujeres con ropa corta y niños tal vez en las mismas condiciones que él.

Revisó por última vez el número escrito en la palma de su mano y después de buscar un poco más dió con la casa. Era la más grande que las otras, con una entrada de jardín llena de arbustos, una fuente y luces amarillas en el pasto. Unas escaleras antes de llegar a una enorme puerta de madera dividida en dos partes.

Subió los pocos escalones y apretó el timbre un par de veces, se sentía nervioso, sus manos temblaban y no sabía cómo reaccionaria si aquel hombre lo echaba a patadas, de hecho estaba acostumbrado a las humillaciones por parte de los hombres que llevaba su madre todas las noches.

Segundos después, desesperado volvió a apretar el timbre y esta vez alguien abrió la puerta de golpe. Un chico tal vez de su edad o un poco más chico, cabello rubio y labios más grande que el de las Kardashian.

Lo barrio cómo si fuera un vagabundo, bueno en cierta parte si lo era.

-Emm, mi papá ya se encarga de la beneficencia con los pobres, pero puedo darte algo de dinero. Espera aquí.

𝖡𝗎𝗌𝖼𝖺𝗇𝖽𝗈 𝖠 𝖯𝖺𝗉𝖺́ -𝖭𝖺𝗆𝖩𝗂𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora