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Mi corazón palpita preso de la emoción. Muevo la pierna derecha inquieta a medida que avanzamos en el coche por el campus. Detallo las fraternidades, hermandades, edificios, parques... Todo, absolutamente todo.
‹‹Es enorme››, pienso.
Mamá y papá hablan sobre lo que hacen los jóvenes de mi edad y me recalcan una y otra vez que debo cuidarme porque hay seres humanos muy crueles que podrían arruinar mi vida para siempre. Ruedo los ojos y asiento para que ya se detengan. Sé que tienen razón y que debo ser cuidadosa, pero llevo más de diez horas escuchándolos hablar de lo mismo y no se detienen por más que les menciono que he entendido y que no tienen de qué preocuparse.
Mama gira a verme desde el asiento delantero y le sonrío sin mostrar los dientes. Tiene los ojos brillosos.
—Mi niña se creció. —Se limpia una lágrima y regresa la mirada al frente.
Me rio fuerte porque ambos son demasiado dramáticos. Papá me mira a través del espejo retrovisor y aprieto los labios, fingiendo seriedad, pero no puedo y rio de nuevo, a lo cual él también lo hace mientras niega un poco con la cabeza y regresa la mirada a la carretera.
Estaciona frente a un edificio grande de residencias y soy la primera en bajar, observando todo a la vez que chasqueo los dedos con impaciencia.
—Cálmate —me dice papá al bajar del coche y abrir la cajuela para sacar mis cosas.
—Estoy feliz —confieso y los dos sonríen y se miran entre sí.
—Estamos muy orgullosos de ti, Kiera. —Mamá toma mi cara entre sus manos y besa mi frente en un beso tierno.
—Gracias mamá. —Papá me entrega la caja de mis libros y me adelanto, pero no sin antes indicarles qué piso y habitación es para que me alcancen.
Entro a la residencia como una niña pequeña y subo las escaleras, sabiendo a dónde dirigirme porque ahora todo te lo explican y aclaran por la web al estar registrado como estudiante.
Lo único que tuve que hacer al entrar, fue acercarme a la pequeña oficina del segundo piso. Esperé unos pocos minutos mientras la fila avanzaba y cuando informé mi número de estudiante, me entregaron la tarjeta de la que sería mi habitación y también con la cual tengo acceso a la residencia.
Camino por el largo pasillo, observando el número en cada puerta.
Llevo la caja de mis libros entre las manos y mi mochila colgada sobre la espalda.
Hay personas por todas partes, todos de primer año, como yo. Las residencias se organizan de esa manera y a medida que entras a un nuevo año, cambias de edificio.
Sigo caminando hasta que golpeo de frente con un cuerpo bastante duro.
—Lo siento —me disculpo—. No te vi —Levanto la cabeza para verlo porque es muy alto, pero el chico ni me determina. Pasa por mi lado y, al hacerlo, lo escucho decirme:
—Ciega.
Entrecierro los ojos y me doy la vuelta para verlo marcharse como si fuera un macho alfa.
—Maldito —susurro para mí, molesta.
Niego para sacarme el incidente de la cabeza y sigo mi recorrido hasta que sonrío al encontrar mi dormitorio. La puerta está abierta y entro, inspeccionando el lugar y a la chica que está de espaldas a mí, desempacando.
—Hola. —Se voltea asustada y sonrío—. Perdón.
—¡Hola! Wow... —Abre los ojos, mirándome estupefacta y se acerca para abrazarme como si me conociera de toda la vida, pero hay algo lindo en su abrazo, por lo que correspondo con la misma emoción que ella—. Mi compañera de cuarto, ¿cierto? —Asiento—. Soy Lara —Vuelve a abrazarme, pero ahora más fuerte y abro los ojos cuando siento que me saca el aire—. Perdóname, es que estoy muy contenta.
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SOLO UN JUEGO
RomanceLa llegada de Kiera al primer año universitario fue todo lo que ella había soñado, pero nunca imaginó que su mundo se complicaría tanto al conocer a Colin, el apuesto y popular capitán del equipo de fútbol americano de la universidad: odioso, extrem...