Capítulo 22 - 🏈

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Tercera persona omnisciente

La habitación está rodeada de chicos hormonales, enfurecidos y sedientos de venganza por lo que un grupo de mujeres histéricas y resentidas les ha hecho, o al menos eso es lo que piensan.

Cada uno de ellos tiene la cara de un color diferente, excepto uno solo, el único que no parece tan molesto como los demás. Está callado, de pie apoyado contra la pared, con la mirada seria, como siempre, pero con un gesto pensativo. No deja de pensar en lo que pasó en la madrugada con aquella chica. No deja de pensar en sus labios y en el olor y suavidad de su cabello. No deja de pensar en cómo intentó descubrirla, pero fue más rápida que él y le dio en donde más le duele (literalmente) para huir.

Mike, el presidente de la fraternidad, está de pie frente a ellos. Todos hablan con todos, corrección, todos gritan entre sí, hasta que Mike toma el mando y prestan atención.

—Sabemos que fueron ellas, pero no podemos responder o esto no terminará nunca.

—¡Y una mierda! ¡Tenemos que vengarnos de esas malditas locas! —interviene uno de los chicos y gran parte del equipo anima, apoyándolo.

—Jodieron mi hermosa cara —comenta otro, llorando. Ha estado llorando toda la mañana, desde que entró al baño y se vio la cara de color verde y vio que ni con agua se le quita.

—¡Y nuestra sala de juegos! —Lloran más de ellos, abrazándose entre sí como consuelo.

Los hombres físicamente rudos a veces suelen ser los más sensibles.

—Lo sé. ¿Creen que a mí me gusta tener la cara pintada de rojo? —Se señala el rostro—. Ni siquiera me queda bien el color. —Hace un puchero de sufrimiento y luego se recompone rápido, respirando hondo—. Sabemos que tienen cómo atacar y lo más importante, la motivación para hacerlo. Ya lo demostraron viniendo con todo solo por una bromita que les hicimos. —Y al decir eso, mira un poco asustado a Colin. Su ojo apenas está recuperando su tono natural y recuerda lo mucho que le dolió aquel puñetazo, y todo por hacer comentarios lascivos sobre Kiera. 

Colin no presta atención, pues sigue pensando en lo mismo una y otra vez. Está inquieto y necesita salir de ahí rápido para ir a la casa vecina a ver a una ciega chica que se la pasa metida en su cabeza desde hace semanas.

Está estresado, aturdido y amargado. Terminó con su novia esta mañana cuando la llamó para contarle primero que la rubia lo que sucedió anoche con Kiera, pero Sheila ya se le había adelantado, y en un momento de gritos y reclamos por parte de Kasey, él le termina y la línea se queda en silencio; luego, un leve sollozo y la llamada se corta cuando del otro lado le cuelgan.

Debería estar pensando en eso, debería estar pensando en Kasey, pero no lo hace. La quiere, sabe que lo hace, pero se siente confundido y no sabe lo que pasa, por lo que romper le parece lo mejor hasta que esté seguro de lo que quiere o... a quién quiere.

—¿Colin, piensas decir algo? —pregunta Cody con la cara amarilla.

—¿Qué se supone que diga, aparte de que parecen la nueva generación de los Teletubbies?

—Idiota —le dice Boris y Colin ríe un poco, divertido.

Comienzan a discutir entre todos y a recriminarle que él sea el único sin la cara pintada, lo cual lo distrae un poco y lo hace reír de nuevo en medio del caos que reina en su cabeza.

No lo dice ni lo dirá en voz alta, pero agradece no tener la cara pintada, ya que sería un verdadero calvario tener que esperar una semana para que se vaya por sí sola la pintura. Lo sabe porque la chica que estuvo en su habitación anoche dejó el aerosol en su mesita de noche junto con un bate de béisbol, en medio del pánico de ser descubierta.

Revisa una vez más el aerosol que tiene entre sus manos y vuelve a leer las instrucciones que aparecen en la parte trasera: una semana. Ríe interiormente porque fue una venganza ingeniosa, aunque no le gustó lo que hicieron en la sala de juegos y planea cobrárselas, aunque no con todas. Sin embargo, sí con una personita en particular, lo cual lo anima sin saber por qué.

—A mí me parece sospechoso que él sea el único ileso. ¿Y si las ayudó? —comenta uno de ellos y Colin inclina la cabeza con calma—. Anoche estaba muy cerca de esa chica que parece una Barbie, ¿cómo se llama?

—Kiera —responde Mike sin apartar la mirada de Colin—. Esa chica es un encanto, pero son precisamente las encantadoras a quienes más debemos temer.

A Colin no le gusta que hablen de Kiera, pero últimamente no puede evitarlo. Ella llama la atención donde quiera que vaya, y él lo sabe, porque también ha logrado captar la suya.

—Ya dije lo que pasó y no lo repetiré —por supuesto, no les contó toda la verdad, no mencionó el beso, ni el nombre que está grabado en el bate de béisbol junto a un dibujito de corazón.

—Bueno... —continúa Mike—. Colin es un hermano y los hermanos no mienten, así que solo tuvo suerte —concluye, y luego agrega—: Tendremos que hacer algo para recaudar fondos y reparar todos los daños. Está claro que esas malvadas vengadoras no nos darán ni un centavo.

Se forma un silencio hasta que...

—Tengo una idea —interviene Colin, y todas las miradas se posan en él.

Mientras tanto, en la casa Kappa New, suena el timbre y Linda se dirige a la puerta, jugueteando con sus trenzas mientras salta y canta en voz baja una canción de Rihanna.

Cuando abre, frunce el ceño al ver un sobre cerrado frente a la puerta, sobre el tapete de la entrada.

Se agacha y lee el exterior del sobre, abriendo los ojos de par en par.

Rápido, cierra la puerta y entra en la casa, gritando a todas las hermanas presentes, quienes no tardan en bajar corriendo, incluyendo a Kiera, justo en el momento en que Lara le estaba comentando que su hermano había terminado con su novia.

—¿Qué pasa, Linda? —pregunta Mickeyla, siendo la última en llegar al círculo formado por las hermanas.

—Llegó una carta —levanta el sobre, y la sorpresa y nerviosismo se reflejan en el rostro de todas.

Mickeyla se coloca en el centro junto a Linda y le arrebata la carta, leyendo el destinatario.

—¿De quién es? —pregunta Lissa.

—Destinatario: Para las vengadoras de la casa Kappa New —lee en voz alta su presidenta—. Remitente: Los mejores, la casa Alpha.

Mickeyla rompe el sobre y saca la carta doblada que hay dentro. La despliega y comienza a leer, frunciendo el ceño al terminar y mirando a sus hermanas con la misma expresión.

—¿Qué dice? —indaga Trisha.

Ella parece no saber cómo responder, así que todas se acercan en sincronía, y Kiera es la primera en llegar y leer la carta que aún sostiene Mickeyla, leyendo en su mente lo que dice:

"¿Tregua?"


¡Hola! 💙

Gracias por seguir leyendo, por disfrutar la historia tanto como yo y hacermelo saber con comentarios increíbles que solo me motivan a seguir escribiendo el libro. Gracias de corazón.

Abrazo de panda. 🐼

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