Capítulo 34 - 🏈

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Tercera persona omnisciente

Cuando eres joven, pocas veces tu cerebro piensa en algo más que no sea disfrutar, vivir, el amor, el sexo, las drogas y las aventuras, especialmente cuando formas parte de una fraternidad o hermandad, como es común en los Estados Unidos. Los chicos desde el instituto sueñan con entrar a la universidad de sus sueños, mudarse lejos de sus padres, vivir solos, hacer amigos y sentir que son adultos y maduros, pero nadie les advierte que la madurez es una meta en constante movimiento. Aprendes de tus errores y sabes lo que no debes volver a repetir, pero los errores son compañeros inquebrantables en el viaje de la vida, sin importar tu edad.

Si nos vamos a dónde todo comenzó, todo empieza con un chico que no puede sacarse de la cabeza a una chica, la cual vive en la casa de al lado. Sabe que ha sido un idiota a veces, con comentarios y acciones, pero también sabe que esa castaña, aquella de ojos café preciosos, le encanta.

Está en el techo de su fraternidad, preparando algo especial, cuando suena su móvil y en la pantalla aparece el nombre de Kasey. Debería contestar, sabe lo que está sucediendo, pero una voz interior le dice que no lo haga, que si desea demostrarle su interés a la castaña y ganarse su confianza, debe mostrarse comprometido. Y lo está, mucho más de lo que se permite admitir.

Cuando termina, camina con cuidado sobre el techo, entra a su habitación por la ventana, se alista y luego va a la casa a buscar a la chica que abre la puerta con una sonrisa de oreja a oreja mientras lo ve a él.

«¿Cómo es posible que sea tan perfecta?», se pregunta. No puede explicarlo y no cree que alguna vez pueda.

Caminan juntos de vuelta a la fraternidad, rodeándose de una multitud de adolescentes que son más alcohol que personas.

Él maldice internamente y por un momento duda de haber venido aquí, pero es que quería mostrarle algo que lleva mucho deseando hacer.

«En un momento ni siquiera estaremos aquí», piensa.

Le dice que debe ir a la cocina por unas cosas y que lo espere ahí. La chica asiente y se aleja, dejándola ahí.

Ya en la cocina, toma la comida que le había preparado, junto con la torta de banano que tanto le gusta a la chica que no puede sacarse de la cabeza, y también unas bebidas. Al querer volver, un grupo de chicos de su equipo de fútbol americano lo rodean, saludándolo con más emoción de la habitual. Trata de escapar, porque ahora mismo solo quiere estar con alguien más, alguien a quien busca mirando todo el tiempo por encima de la cabeza de ellos hacia el punto en el que la dejó. Sin embargo, no la ve. Los chicos siguen hablándole, comentando nuevas jugadas que lo hacen rodar los ojos porque no entiende por qué tienen que hablar de eso en ese momento.

—Sí, sí, bueno, tengo que irme, luego hablamos de eso —Trata de moverse, pero tapan su paso.

—Espera, Colin, es que...

—Me voy —interrumpe él, con cara de seriedad y un tono que intimida a sus compañeros, ya que se hacen a un lado y lo dejan pasar.

Es una faceta de él que muestra a todos, excepto a quienes quiere, además de que la maneja en varios niveles: ya sea para asustar, poner nervioso, y otras más.

Vuelve apresurado al lugar en el que dejó a la chica, pero no la encuentra ahí. La busca con la mirada, frunciendo el ceño cuando no la encuentra. Comienza a preguntar por ella a las personas cercanas, pero todos niegan con la cabeza. Deja lo que tenía en las manos en el primer espacio vacío que encuentra y se mueve por las habitaciones de la primera planta, buscándola y sintiendo cómo su pulso se acelera al no hallarla. Saca su teléfono y le escribe, pero no obtiene respuesta. Luego llama y suena, pero nadie contesta.

SOLO UN JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora