Capítulo 35 - 🏈

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Una oficina, un grupo de estudiantes y entrenadores bastante molestos. El director está confundido porque todos le hablan al mismo tiempo, quejándose del partido del fin de semana. Se quita las gafas, se frota los ojos cansados y nos observa.

—Son las siete de la mañana y es domingo —murmura, casi como si hablara consigo mismo. De repente, todos guardamos silencio, extrañados, porque es evidente que lo hemos oído.

Lara hace sonar la madera del escritorio cuando le da una palmada.

—¿Le importan sus estudiantes o no?

—Estoy aquí, ¿eso qué le dice?

—Entonces, no se queje.

—Señorita Holland, primero, no me hable así, soy el director; segundo, necesitaba desahogarme. —Luego, se dirige a mí—. Señorita Mish, ¿cuándo se realizará los exámenes para asegurarnos de que está bien?

—Hoy, señor director.

—Perfecto —responde, tranquilo. Es un viejito amable, me recuerda a mi papá—. Me avisa, por favor.

—Sí, señor.

—Aunque, mejor espérese al lunes para decirme.

—Sí, señor —repito.

—Ahora. —El director junta las manos sobre la mesa y nos mira a todos. Por un lado, estamos las chicas con Virgi, nuestra entrenadora. Por el otro, los chicos con los suyos—. He recibido quejas de sus entrenadores, donde mencionan las faltas que cometieron ayer en la noche durante el partido. —Mira a los del equipo—. Brown perdió y Brown no puede perder, además de que entre sus integrantes pelearon. —Luego nos mira a nosotras—. Y ustedes, señoritas, no animaron y son porristas, eso hacen las porristas: animar. —Levanta las manos al aire como si estuviera animando y eso me hace reír. En serio, es igual a mi papá—. Pero no lo hicieron y, por esa razón, ambos equipos tendrán una represalia. —Nos señala a ambos cuando todos empezamos a protestar—. Y entre más se quejen, peor será.

—No es justo —se queja Lissa.

—En realidad, sí lo es y lo sabe, señorita Reynolds —le responde el director.

—¿Cuál es la represalia? —pregunta Mike, con cara de pocos amigos.

—Se acerca una recaudación. Normalmente pedimos a los estudiantes que se inscriban como voluntarios, pero todos los años siempre son pocos los que lo hacen y no logramos recaudar suficientes fondos. Su misión es recaudar todo el dinero que sea posible para nuestras causas beneficiarias y la casa que recaude más, gana; la que pierda, tendrá el castigo.

—¿O sea que este no es el castigo? —pregunta Mickeyla.

—No, el castigo es para la casa que pierda.

—Pero esto también se siente como castigo —se queja Boris, y el director cierra los ojos y luego los abre.

—¿Quieren más, porque yo felizmente puedo...?

—¡No! —decimos todos los estudiantes al tiempo. No, no queremos otro castigo.

Se ríe un poco al ver nuestras caras.

—¿Y cuál es el castigo para la casa que pierda? —pregunto, ganándome una sonrisa amable de su parte.

—Tendrán que ir a uno de los asilos para personas de la tercera edad durante una semana, donde Brown apoya económicamente, y ayudarlos con todo: actividades, aseo, comida...

—Aburrido —se queja Mike, y el director lo mira mal.

—Puedo hacerlo más aburrido —amenaza.

—No, gracias, así está bien. —le hace un gesto con la mano, como diciéndole que no se preocupe, y el director, con paciencia, mueve la cabeza en señal de negación.

SOLO UN JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora