Capitulo 1: Desde el Infierno

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Parecía como si de un tiempo hasta allí todo se hubiese disuelto entre la neblina de cosas inexplicables.

No podía sentir otra cosa que no fuese dolor, aunque aquella palabra apagada no podía definir realmente lo que su cuerpo experimentaba, porque una palabra era simplemente eso, una par de letras, el sentirlo, verdaderamente sentirlo, no... iba más allá de todo, intentar explicar con palabras algo tan agónico requeriría de más entusiasmo, porque lo que por dentro sentía era como una pulsación constante e hiriente, como si cada fibra que conformaba un todo estuviese siendo rasgada a la vez. Era la prueba inequívoca que tras cada aliento se venía algo peor, que tras cada lágrimas aguardaba un tormento aún más espeluznante. Vivía con la total insatisfacción de que en cualquier momento todo se le iría de las manos, la mierda se esparciría por todos lados.

La impotencia que sentía por dentro se equiparaba a sentir como si el aire jamás llenase sus pulmones, y sólo mantenía una certeza, aún no había terminado.

Cada vez que el chasquido del látigo cortaba el silencio, un cuchillo rozaba y laceraba su piel, o el fuego la quemaba en una caricia hirviente, miles de imágenes inconexas se prendían en su mente mientras gritaba un número, pero nada más pasaba, porque su cerebro dejaba de procesar correctamente cada vez que se desmayaba... Y luego, cuando se ahogaba en dolor, fuego, sangre y oscuridad, sucesos del pasado venían a tropel, torturándola, haciéndole saber que ni su madre la había amado, y que lo único que quiso, lo que verdaderamente amó, fue lo mismo por lo que estaba allí soportado aquello... Gerard.

Y que bien que había hecho las cosas con el bastardo.


Recordó su único y último beso, aquel adiós agrio... estaba muriendo lentamente tras cada segundo, pero la visión ayudaba, pensar en él fumando un cigarrillo y sonriendo de medio lado, aliviaba algo del dolor que prendía cada parte de su cuerpo. El mismo que no la dejaba descansar, el mismo que sentía cada vez más pero que pretendía no hacerlo. El mismo que anulaba y despejaba su mente, el mismo que pulsaba tras cada latido, tras cada estocada de aire, el mismo que por momentos no sentía, pero se figuró de que no era el dolor lo que dejaba de sentir, sino su cuerpo, sus hombros, su espalda... ella por completo.


Aprendió de la manera más dura a no llorar, por más que su cuerpo se estuviese desgarrando lentamente. Era increíblemente buena en lo que hacía, aunque fuese un saco de mierda, comenzaba a volverse buena.


Recordó por un momento todos sus clavos de ataúd, de alguna manera entre el estado perpetuo de conciencia e inconciencia que mantenía, los recordaba a todos, su hermana, Lena, Mike, todos... pero a veces simplemente los dejaba ir, le mandaba saludos y los enterraba debajo de sus demonios, debajo de todo lo que por momentos la dejaba sin aire.


En sus cortos momentos de verdadera lucidez, aprendió que el dolor, el verdadero dolor no se sentía en su piel, o al sentir el chasquidos constante de cualquier porquería que se enterrase en su piel hasta el fondo, sino, era una sensación más onírica, el rozar de una pesadilla estando despierta, el medio para conseguir que se doblegase, y el dolor iba paralelo al terror, porque una cosa no existía sin la otra en aquel pozo sin fondo.

Aprendió a cerrarse lentamente a las emociones, a las sensaciones, a absolutamente todo, y qué quedaba, sólo un pedazo de carne expuesta, pero un pedazo de carne con sentidos pero sin dolor, sin miedo, sin terror, sin pánico. Dezz pero mejorada, un Ángel al borde de la locura, un Oscuro más allá del bien y del mal. Una bastarda consolidada y versada en el arte de soportar, eso era... eso quería ser... eso a veces lograba.

Saga Ángel Oscuro III. Tentando al DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora