Capitulo 16: Donde los Ángeles no se aventuran

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Su hermano desde tiempos inmemoriales había sido por merito propio un pésimo Ángel, siempre lo creyó así.

No es que él tuviese un concepto muy acertado de lo que era ser un "buen Ángel" ni mucho menos, era el menos indicado para criticar, pero podía mirar hacia atrás, mucho antes de que fuesen expulsados del Cielo, y notar todas sus carencias, sus puntos inconclusos, su falta de pasión, aunque esto último no se les fuese permitido.

Él sabía que por mucho eones Raphael había sido nada más que un frasco a medio llenar, demasiado frío para ser capaz de sentir furia, ira, o cualquier otra emoción, excesivamente inalcanzable, inútil, ingenuo y ciego... un peón del montón, nada destacable, aunque con todo siempre se había quedado a su lado, antes de Lucy, y después también, tenía eso a su favor.

Ahora gracias a Dezz todo en él había cambiado y no sabía exactamente si sentirse agradecido por la única cosa bien que la bastarda les había hecho o simplemente odiarla un poco más. Porque estaba claro que aquel Raphael que acababa de desquitar su mierda con un Demonio, no podía ser el mismo que guardaba silencio tras una de sus rabietas, o le obsequiaba consejos absurdos, o simplemente se mantenía al margen.

Al soltar el cuero de su hermano éste cayó de espalda sobre la hierva y gruñó sonoramente aún buscando a un enemigo que no encontraría. Miró en todas direcciones ciego de rabia y luego se enfocó en él, Mike aguardó en silencio, no podía hacer otra cosa, si hablaba antes de tiempo su hermano saltaría a su yugular, eso quedaba claro.

La respiración de Raphael comenzó a calmarse, pero sus nervios estaban aún muy crispados, podía ver las claras heridas de la lucha que había mantenido hacía sólo un momento. Podía respirar la violencia y la furia, claramente su hermano era una persona completamente diferente, y de alguna manera le gustaba aún más que antes.

― ¿Por qué demonios hiciste eso? ¿Por qué me sacaste? ¿Desapareces y apareces justo ahora?

― Hola ―gruñó por lo bajo ―. Gracias hermano por traerme a un lugar seguro luego de que estúpidamente le quise tocar las pelotas a Kev ― ironizó, aunque su hermano no estuviese exactamente prestando atención ―. No estabas ganando, por si no lo notaste.

― ¿Cómo sabes su nombre?

― Soy un Ángel que se respeta Raphael, se el nombre de cada Demonio que en verdad importe.

― ¿Quién es él? ―gruñó colérico a punto de atacarlo.

― Alguien con quién Dezz no debería estar jugando a la casita ―respondió evadiendo la pregunta.

― Él está con ella, la dejaste con un Demonio... ¿Por qué hiciste eso? Ella está en peligro... ella...

― Ella no se veía demasiado perturbada ante la idea de ser dejada con un Demonio, no dramaticemos por favor.

Ni bien terminó de decir aquello tuvo a un Raphael fuera de sí saltando a su yugular.

Gerard había ido a aquel departamento porque necesitaba disculparse, no había planeado tal desenlace, y si lo miraba objetivamente, tampoco había pensado demasiado bien... Lo que le había hecho a Dezz...

Tenerla nuevamente entre sus brazos había sido demasiado, y la violencia se despertó en su interior, en lo único en lo que pensó fue en vengarse, de ella, de todo lo que le había hecho, de lo mal que se sentía, de lo que ella despertaba y provocaba en su interior. Quería que ella supiese que era un hombre y que podía complacerla, hacerla sentir cosas que nadie podría jamás, que si le daba una oportunidad la podría hacer feliz, pero su estupidez había arruinado todo, ellos jamás habían tenido nada, ella no era suya, era libre, libre para acostarse con cuanto Vampiro se le cruce, y aquello último dolía como el Infierno, pero era su triste verdad.

Saga Ángel Oscuro III. Tentando al DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora