Capitulo 04: Un Cuento de Terror

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Marion se encontraba en una de las muchas casas del Dios, con la promesa de que él no volvería a molestarla siempre y cuando ella se comportase. No es como si Stefan le hubiese dado una salida en sí, por lo que se quedó por más disgustada que se encontrase con el hecho de estar nuevamente bajo sus órdenes.



La casa en sí, era sencilla, con habitaciones iluminadas y espaciosas, sin mucho mobiliario, aunque si le preguntaba, con una cama bastaba, y quizás un poco de comida, su nueva adicción.



Deambulaba de un lugar a otro, revotando entre los cuartos, su existencia en el Cielo había sido un Infierno, al caer creyó, o tuvo la esperanza de que las cosas cambiarían de alguna manera, pero estando en manos del Dios, nada parecía haber cambiado, era otro tipo de castigo, pero castigo al fin.

La vida parecía ya no tener sentido, antes su deseo de venganza la había movido a forzar el destino de alguna manera, pero ahora, ya no le quedaba absolutamente nada, ni siquiera tenía una libertad disfrazada, lo único que le quedaba era dar vueltas por toda la casa, una y otra vez, y terminando siempre en el mismo lugar, atrapada entre paredes abarrotadas de libros con un solitario cuadro como único objeto completamente fuera de lugar, el mismo que la llamaba como una melodía silenciosa. La pintura que se encontraba en la pared de la biblioteca, era tan iluminada que apenas si lograba divisar figura alguna, parecía simplemente blanco sobre blanco manchando el dorado, un celeste pálido desdibujaba el contorno de un rostro, pero por más que se esforzase en intentar encontrar un par de ojos o unos labios, no podía. Entendía que era una figura la que se escondía entre tanta luz, pero cada vez que un rostro se formaba desaparecía con la misma rapidez, era un tanto frustrante, pero un buen ejercicio para no pensar en nada más, ni en Mike, ni en Gerard y mucho menos en Dezz, y definitivamente no en ella...



En otro tiempo hubiera muerto por sentir algo más que aire, pero sentir el futuro de alguno de aquellos Ángeles, era simplemente agónico, los tres de cierta manera estaban malditos, más que malditos, por lo que prefería perder su tiempo mirando un cuadro que enfrentar la realidad que ella había forzado.

― Es la representación de un Tronos ―murmuró una voz cansada detrás de ella.

El pulso de Marion saltó con fuerza y se giró para enfrentarlo, los ojos celestes del Dios relampaguearon a medida que se acercaba. Por un momento temió que la profecía que caía sobre ella no se cumpliese por culpa del Dios, era su final. Sintió terror de que él lo hubiese descubierto y ahora estuviese furioso porque ella no se lo hubiese dicho, temió que él la encerrase para siempre con tal de que aquello no sucediera. Pánico puro saturó su sistema, y no, no era justo, para nada justo.

― Un Tronos, uno de verdad no tiene forma en sí, sólo hay luz en su interior, un fuego cegador que no deja margen para nada más, no son guerreros por lo que jamás serán Ángeles. Se dice que los Tronos no sienten, no aman, no mueren y no sangran.

― ¿Quién pintó esto? ―preguntó escuchando a medias la conversación.

― Incluso antes de que existiesen los Ángeles, los Tronos gobernaban desde las alturas, impartiendo justicia y murmurando a los oídos de cualquier Dios que quisiese escucharlos. Pero siempre la traición corrió y correrá en la sangre de la creación divina.

»Como es de esperarse uno de ellos traicionó lo que significa ser un Tronos. Y el artista de este cuadro fue uno de ellos, el primero en caer.

Saga Ángel Oscuro III. Tentando al DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora