Capitulo 11: Efluvio

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Dezz se sintió incomoda al estar en aquel restaurante, Kev solía ir allí, sentarse y aparentar que todo marchaba bien, que era un maldito ciudadano común que fumaba habanos y se sentía feliz vestido como un empresario. Por Dios, era un jodido Demonio, comía en donde la mayoría de ellos lo hacía y lucía como uno... claro, si por empresario se tradujese que si supiese destripar a cuanta especie viviente se le cruzase, y no viviente también.

― ¿Qué van a ordenar? ―preguntó una joven educadamente, una que siempre los atendía puesto que a Kev no le gustaban los cambios.

La misma mesa, el mismo habano, siempre luciendo normal. Él ordenó por los dos sabiendo que a ella le valía madres aquel lujo. Sospechaba que a él también le daba igual aquel circo de las cordialidades. Jamás se hubiese imaginado que la llevaría allí, pero lo había hecho un numero incansable de veces por lo que quejarse estaba fuera del protocolo con el que ambos se trataban, ella se comportaba como una señorita y él le dejaba dos noches libres para ella sin entrenar ni agobiarla persiguiéndola por todos lados... ahora había una zona más que estaba prohibida, la casa de Sinner, tampoco podía pisar ese lugar otra vez. No le había dicho que no fue con su pleno consentimiento, no le diría que se desmayó de la ebriedad y que el Vampiro y su humano cargaron con ella, eran partes del cuento que no necesitaba contarle...

― ¿Ya decidiste a qué le temes más?

El tema de oro, la pregunta galardonada, ella le temía a muchas cosas, por sobre todo a sí misma, pero si tenía que poner en la balanza siempre elegiría a Mike, se lo debía.

― No puedo hacerlo...

― Si Lucy descubre que no estás haciendo nada...

― Lo sé, deportará mi triste culo al Infierno.

Aunque sabía muy bien que no sería exactamente su culo es que sería deportado. Mierda, y mil veces mierda. No, los finales felices sólo le pasaban a personas que lo merecían, como era el caso de su hermana, personas que habían sufrido, habían sido castigadas, pero luego todo quedaba olvidado con una palmadita y un y vivieron felices para siempre. Jamás para alguien como ella, que había infringido dolor y que aún tenían las manos llenas de sangre. No, a ella le aguardaba la agria espera de creer que en algún momento algo de felicidad caería de un árbol...

― No... ―graznó después de un momento ―. Aún no he decidido a quién le temo más.

La comida llegó y no pudo estallar, por lo que se guardó todo para sí y comió la maldita cosa, sea lo que fuese.

Cuando Kev pagó la cuenta salió pitando de allí, importaba poco si el Demonio la seguía, cosa que por supuesto que iba a hacer, ella no estaba en sus cabales. Desde hacía un par de días cada vez que el tema era tocado, no lo estaba.

En lo único que podía pensar era en Lena, en el día que se la habían arrebatado a Mike. - ¿Desde cuándo se había convertido en la carmelita que dejaba que todo el mundo fuese feliz menos ella? –, bien, no estaba demasiado segura, pero arrebatarle otra vez a alguien que significase algo para el Oscuro le parecía un acto aberrante.

Si tan sólo encontrase el punto de quiebre en que su furia pudiese ser soltada sin interrupción, si tan sólo pudiese encontrar el pensamiento conductor que la dejase en Oscuro-Modo-On, seguramente no tendría el problema que tenía, pero bien, era una Ángel defectuoso, por lo que o se resignaba, o se jodía. A fin de cuentas era lo mismo, una de las cosas ya lo estaba, y la otra, bueno, en su vida la resignación era el pan de cada día.

― Carajo. ¡Es una maldita zorra! ¡Es una zorra!

Y las blasfemias sólo subieron de grado y rigor, todo en ella hervía de furia, tenía que ser un chiste, tenía que serlo, un jodido chiste, uno del que podría reírse, pero no era el caso. Aquello no era un chiste, ella no se reiría.

Saga Ángel Oscuro III. Tentando al DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora