Prefacio

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Nada... básicamente aquella palabra explicaba todo, absolutamente todo.

Estaba entumecida, casi en pausa, como detenida en un limbo sin principio ni fin... y tampoco una maldita salida.



Respiraba, seguía, vivía, pero la realidad era otra, podía levantarse tras cada caída, pero en aquel cuadro roto, en su peor representación de sí misma, no estaba, no era verdaderamente ella, la Dezz que con fuego, furia, sangre y dolor había forjado.

Sus acciones eran más como si se encontrase en modo piloto automático, no por meditación. Pocas cosas podían traspasar la neblina de su mente, podía ocuparse de acciones sin importancia, como por ejemplo el hecho de no querer vivir con Kev, por el contrario eligió un departamento venido a menos en lo peor de la ciudad, donde nadie la buscaría, lo que sabía era un pensamiento completamente soberbio, ya que sin importar el lugar, o el plano en el que estuviera, ya fuese Cielo, Infierno, Tierra o Purgatorio... nadie la buscaría...



La carga que pesaba sobre sus hombros era difícil de llevar, y estaba bien así... porque gracias a ella a veces, sólo a veces podía olvidarse que era un monstruo, recordar que aun podía sentir algo... pretender ser humana. Pero el alivio sólo era momentáneo, porque jamás podría escapar de sí, nunca podría olvidarlo... porque había algo que se resistía a convertirse por completo en un Oscuro, una parte que no le pertenecía verdaderamente, un sentimiento que lograba desgastar su tranquilidad dejando a todas su heridas en carne viva, la única sensación que aún no moría, la única que lograba hacerla caer de rodillas, un único recuerdo... él.

Aunque intentase impedirlo, ese día se repetía una y otra vez en su mente, y cuando cedía al recuerdo era donde buscaba por todas las formas posibles apaciguar el dolor que traía consigo, por ello repasaba toda una lista mental de posibles futuras preocupaciones, para no recaer, Gerard era su imán, uno del que tendría que alejarse a toda costa. Pero a veces el dolor y el anhelo de lastimarse podían más, y era allí donde el tiempo se detenía, estaba segura, no existían horas, minutos ni segundos, y lo sabía porque cuando transcurrió todo un día sin él supo que era el principio del fin, ya nada más le quedaba, con él se había ido todo, incluso ella.



Dezz conocía la verdad, sabía dónde se había metido, ella comprendía que accedió a un trato espantoso provocando la muerte de ambos en el intento de salvar a uno de los dos, pero él no, Gerard no imaginaba que aquella era su realidad, al menos él estaba a salvo de la verdad y nada cambiaría aquel hecho, incluso si tuviese que seguir mintiendo, aun y con todo lo haría, porque en él residía una pequeña parte de su ser, todo lo bueno que jamás existió en su interior, y su sacrificio era la prueba, en realidad él era la prueba, su prueba, Dezz tenía corazón, y palpitaba en el cuerpo de su Vampiro.



Lo que Vlad le había dicho aún calaba en su cabeza, si él era su Alma, entonces podría seguir viviendo, porque sabía que su Vampiro aún lo hacía y al no tener esperanza, al menos aquel conocimiento le regalaba algo de luz.





― Si te desarman. Mueres ―comenzó Kev huraño ―. Si te caes. Mueres. Si pierdes de vista a tu objetivo. Mueres...

Usualmente las charlas con su mentor no era largar, él la hacía entrenar pero más que nada la observaba, como si quisiese captar una parte de sí que nadie más veía, y no le gustaba demasiado que se quedara viéndola.

Saga Ángel Oscuro III. Tentando al DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora