1. Después

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No he dejado de llorar desde que me dijeron la verdad, honestamente a estas alturas ya no sé si lloro por vergüenza, por tristeza, por asco, o por odio, solo sé que lloro.

Isa, mi tía y mi tío, los tres me preguntaron qué me sucedía cuando me vinieron a recibir al aeropuerto, pero no supe qué decirles, supongo que asumieron que lloraba por nostalgia y por la emoción de volver a Madrid por las vacaciones, pero la verdad es que me daba vergüenza admitirles que habían hecho un sex tape mío.

Pasé todo mi primer día en Madrid encerrada en mi pieza, llorando, le dije a mis tíos y amigos que estaba cansada y que necesitaba un día para descansar, cosa que parecieron entender por lo cual no me molestaron en todo el día.

Entrada la noche de ese mismo día empecé a calmarme y despejar la mente, necesitaba un respiro de la situación y olvidarlo por al menos unas horas, aunque sea para dormir, pero lamentablemente el mundo no estaba de mi lado, y en vez de tranquilizarme solo me destruyeron más.

Pero esta vez no fue la estúpida Realeza la que me destruyó, esta vez fue Ramón, quien me envió un mensaje de texto.

RAMÓN:

Dorian, siento mucho lo que te ha pasado, realmente se han pasado esta vez, si necesitas hablar con alguien no dudes en llamarme.

Fue una parte del mensaje, solo una pequeña parte del mensaje la que me hizo darme cuenta de que él sabía del plan de los chicos, ¡él sabía y no me dijo nada! Lo sano hubiese sido bloquearlo, o dejarlo en visto, pero por lo visto soy masoquista, así que lo primero que hice fue llamarlo. Al segundo tono él me contestó.

—Tú sabías —lo incriminé antes de que pudiese decir nada—. Tú sabías y no me dijiste nada.

No dijo nada, lo sentía respirar del otro lado de la línea, pero por varios minutos no dijo nada.

—Dorian, es más complicado de lo que piensas —dijo al fin.

—Siempre lo es, ¿no? Pero ¿era realmente tan difícil decirme que La Puta Realeza, solo se estaba juntando conmigo para grabarme mientras fallábamos y que así después todo el puto internado pudiese verme?

—Dorian —trató de interrumpirme, pero no lo dejé hablar.

—Me das asco Ramón, creí que eras mi amigo, confié en ti, pero resultaste ser igual de mierda que los otros cinco chicos —me tomé unos segundos de pausa, a ver si él decía algo, pero nada, así que terminé con la conversación—. No me vuelvas a escribir o llamar, que no me interesa lo que me puedas decir.

No esperé más y corté la llamada, lo único que quería hacer era llorar, volverme una bolita en mi cama y llorar, pero no lo haría, necesitaba seguir adelante.

¡A la mierda si quiero llorar, pues voy a llorar!

Con los ojos llenos de lágrimas, y escondida bajo el cobertor de mi cama, marqué el número de Isa, no podía seguir sufriendo en silencio, tenía que contarle a alguien lo que me había pasado, alguien tenía que ayudarme, aunque sea para distraerme.

—Hola bombón, ¿cómo vas? —me contestó la llamada.

—Isa —apenas pude decir su nombre antes de que se me quebrara la voz.

—Dorian, cariño, ¿qué sucede?

—Yo... no quiero decírtelo por teléfono, ¿crees que puedas venir? Sé que es tarde...

—En diez minutos estoy en tu casa —me interrumpió antes de que pudiese terminar la oración. Y después cortó la llamada. 

Sabía que podía contar con Isa, mi apoyo incondicional, y aunque odiaba aprovecharme de ella de esta forma, molestándola tan tarde, realmente la necesitaba.

Besos de una TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora