Roses are Dead

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Han pasado días desde que Rosé no está. Llamé miles de veces a su teléfono, visité cada sitio en el que habíamos estado, cada sitio que ella mencionó... nadie sabía nada, ni un solo rastro de aquella rubia de ojos color chocolate. Era como si la tierra se la hubiese tragado.

Con ayuda de la señora Lee conseguí el teléfono del propietario de la casa que Roseanne y Jimin habían alquilado, le pregunté mil veces si sabía algo de ellos. El hombre se limitó a decirme que Jimin había pagado el mes y las facturas y sin decir más había entregado las llaves. Le ofrecí un buen dinero y compré ese departamento. No le costó deshacerse de él y yo estaba más que encantada de ello.

Estuve frente a la puerta con la llave en la mano y una mochila con algunas cosas durante casi una hora, dispuesta a entrar pero con un miedo tremendo de saber qué me encontraría en ese lugar en el que tantos recuerdos tenía. Tomé aire y entré... las cortinas estaban cerradas, no se veía absolutamente nada. A oscuras caminé por el salón hasta la ventana más cercana abriendo la cortina y quedando ciega por la luz del sol. 

Admiré la decoración antigua que tanto le había gustado a Rosé, se mantenía intacta pero cubierta por miles de rosas de diferentes colores. Todas parecían tener mucha vida, parecía como si alguien las hubiera estado cuidando. Tomé una del suelo y aspiré su aroma, olía exactamente como Rosé.

Recorrí el salón, la pequeña cocina-comedor y la habitación de Roseanne. Todo cubierto por rosas. Ella se había llevado absolutamente todo, cada cosa que yo recordaba perfectamente colocada sobre su mesita, sobre la pared, aquella fotografía nuestra y de Hank... todo había desaparecido. ¿Qué hiciste con nuestros recuerdos Rosie? ¿Te los llevaste o los desechaste igual que mi corazón?

Probablemente están en algún contenedor y... no te culpo... Hice todo mal desde el principio. Fui egoísta al pensar en cuidar de mí y apartarte, fui estúpida al hacerte daño y fui aún más imbécil al no cuidarte como debía. Tenías razón, yo no sabía lo que era el amor, pero lo estaba descubriendo contigo Roseanne, y juro que era la sensación más bonita que jamás pude sentir. Tu me llevaste al cielo mi ángel, y yo fui tu infierno.

Me tumbé en el colchón sin sábanas que aún tenía el perfume de mi rubia... respirar ese aroma me daba paz, la paz que no podía encontrar en mi departamento, ni en ninguna otra parte. La vida estaba empezando a costarme sin ella.

Llevaba días sin ir al X, no quería cocinar, no quería ver a nadie ni oír a nadie... Sólo quería verla a ella, necesitaba verla una vez más, tener la posibilidad de volver a explicarme, de abrazarla y besarla una vez más. Cada noche tenía el mismo sueño... Rosé llorando, dejándome claro todo el odio que sentía por mí. Lanzando palabras como puños, verdades que quizá nunca estuve preparada para escuchar y que calló durante tanto tiempo por el amor que me tenía. Cada noche despertaba empapada en sudor aferrada a Leo, lo único que me quedaba de ella...

Así pasaron los días... Me dediqué a vagar por cada espacio de este departamento tratando de inventar una vida con ella... cada vez que escuchaba el ascensor mi corazón palpitaba esperanzado pero no, nunca era ella... Mi padre, Bam y mi hermano estuvieron parados fuera durante horas esperando por una respuesta, pero era inútil. Todo lo que podía hacer era refugiarme en mí misma, era lo único que me quedaba ahora.

Recibía llamadas todos los días de Tae y los chicos, de Somi y por supuesto de Jisoo... nunca atendí ninguna. Si hubiera sido por mí habría apagado el teléfono para siempre, pero la esperanza de que Rosé llamara una sola vez me mantenían pegada a ese estúpido aparato.

Abracé a Leo y me acurruqué en el suelo rodeada de flores... Desde ayer había notado cómo poco a poco iban marchitándose. Ya no tenían la misma vida, se volvían oscuras, vacías... Tuve miedo entonces... miedo de perder lo poco o nada que me quedaba de Roseanne. Hice lo que pude por recuperarlas, traté de arrancar las que estaban marchitas para que no contagiaran a las demás pero fue inútil. Todas empezaban a podrirse, como si alguien hubiera decidido que era momento de llevárselas. Pero yo no estaba lista para dejarlas ir, igual que no estaba lista para dejar ir a Rosé.

A taste of HeavenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora