━━━━━━❛❛ Lizzie Hargrove no es menos femenina por juntarse solo con chicos ❜❜
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Cuando William Byers es víctima de un acontecimiento anormal sucedido en Hawkins, Lizzie Hargrove da todo lo que está su alcance para poder recuperar a...
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TW: depresión y ansiedad.
CON SU ÚLTIMO ALIENTO, cerró sus ojos. Todo se tornó negro para ella. Pero los demás estaban bien despiertos, sin poder creer lo que había pasado.
Todos corrieron hacia los tres. Eleven estaba arrodillada frente a los dos cuerpos, llorando desconsoladamente. Todos comenzaron a acercarse. Max sollozó, al igual que los demás.
Will fue el único que no se acercaba aún No podía, no le funcionaban las piernas, estaba temblando y ni siquiera las lágrimas le salían. Ninguno podía creer lo que acababa de pasar.
Lizzie y Billy Hargrove, muertos, uno al lado del otro.
—¡¡Lizzie!! ¡¡Lizzie...!! —los llamados se hacían cada vez cercanos—. ¡Lizzie idiota! ¡Despiértate!
Lizzie abrió los ojos de golpe, respirando con fuerza y sintiendo el sudor frío cayendo por si frente. Miró hacia el frente y notó que Simon estaba alli, cruzado de brazos, probablemente esperando impaciente a que ella abriera los ojos.
—Te asesinaré —fueron las primeras palabras de Hargrove, secando el sudor de su frente.
—¡Y Steve va a asesinarte a ti si sabe que te volviste a dormir tarde! Tienes quince minutos para arreglarte, ¡Ahora!
Simon salió de su habitación como dueño de la propia casa y Lizzie se levantó suspirando de la cama. Con la misma migraña intolerable e intensa de todos los días. Se acercó al escritorio de su habitación y tomó dos pastillas de cada bote, de manera rutinaria para luego pasarlas con un poco de agua que tenía allí mismo.
Dejó los antidepresivos por un lado y luego agarró dos pastillas para el dolor de cabeza. Se quedó en un trance por unos segundos pero salió de este y tomó su ropa para meterse en la ducha rápidamente.
Una vez que se duchó de manera rápida, se cambió y terminó de prepararse, tomó su mochila y guardó uno de los botes de pastillas en el bolsillo pequeño, solo por si acaso.
Antes de irse, agarró unos lentes de sol y no pasó por alto el papel con el número anotado al lado de estos. Mordió su labio y fue inevitable detenerse para llamar al número de allí.
No era la primera vez que llamaba y no sería la última, pero valía intentar un día más.
El teléfono marcó por una cuestión de segundos, al segundo seis una persona atendió.
—¿Hola?
—¡H-hola! —saludó nerviosamente la rubia desde la otra línea—. Me gustaría hablar con Sarah, por favor.
—¿Quién la busca?
—Eso... eso no importa, solo necesito hablar con ella de manera urgente y-