VIII. PAPA

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LA MIRADA DE LIZZIE ESTABA PERDIDA EN EL PASO DE LA CARRETERA

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LA MIRADA DE LIZZIE ESTABA PERDIDA EN EL PASO DE LA CARRETERA.

Habían pasado horas, las cuales parecían décadas, y ni siquiera tenía la cuenta clara de cuánto tiempo había estado sentada en aquella camioneta con olor a pizza. Sus piernas estaban nuevamente dormidas y sus ojos estaban cansados, aún así se rehusó a dormir hasta cuando Will se lo había pedido.

Simon roncaba ruidosamente a su lado, era claramente la primera vez que fumaba marihuana y después de escucharlo gritar y reírse como loco por cosas sin sentido una gran parte del viaje, cayó dormido la otra mitad y ahora no lo despertaba ni un terremoto.

Sus ronquidos y quejidos dormido era lo único que se escuchaba en todo el viaje, ninguno de los despiertos hablaba, ya que todos estaban más preocupados en una sola cosa; Encontrar a Eleven.

Y hasta ahora el sentimiento se mantenía intacto, ya que no había ni una señal de algún ser humano viviente además de ellos y estaban básicamente en el medio de la nada. Sin comida, sin agua, sin ninguna manera de comunicarse y sin Eleven.

Si morían allí, morirían de la manera más estúpida posible y sin siquiera haber estado en el mismo lugar que El. 

―¡Puta madre, viejo! ¡Miren! No sabía que llegaban hasta Nevada ―Argyle señaló el cartel que promocionaba la pizzería donde trabajaba―. Cuidado, Domino's, tus fichas de dominó caerán ―rió.

―¿Está lejos Nina de Las Vegas? ―cuestionó Will de repente hacia Lizzie,  quien era la encargada hasta ahora de guiarlos con el mapa.

―¿De Las Vegas? ―la rubia examinó el mapa―. Si las coordenadas de Suzie son correctas, a unos 150 km. ¿Por qué?

―Cuando salvemos a El, deberíamos pasar por allí ―Lizzie sonrió―. Era nuestro plan de niños, ¿recuerdas? Nos haríamos ricos y nunca tendríamos que trabajar.

―Jugaríamos D&D y leeríamos cómics por el resto de nuestras vidas ―recordó Lizzie ahora con más claridad.

La rubia le causó gracia las ocurrencias que solían tener, pero eran niños, y honestamente, ahora mismo no les vendría nada mal.

―¿Estás preocupada? ―preguntó nuevamente el chico, ahora bajando la voz para que Mike, quien estaba tan centrado en sus pensamientos que apenas escuchaba lo que decían, no oyera.

Lizzie no respondió, solo comenzó a jugar con las pulseras que Robin le habían regalado.

―Lo lograremos, seguro está bien ―aseguró Byers en un susurro.

―Si, sé que si ―dijo Lizzie de la misma manera―. Es que tengo miedo que se aleje de mi. Como todos lo hacen.

―Por supuesto que no, ¿por qué lo haría?

Lizzie suspiró triste.

―Porque la traté muy mal la última vez, y así sucede con todos ―explicó con pesadez―. Todos terminan alejándose de mi porque lo arruino todo, como siempre.

𝐅𝐄𝐌𝐄𝐍𝐈𝐍𝐄, will byers. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora