Capítulo 2

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《《Canción playlist Polin: Roar - Katy Perry》》

Madame Delacroix arribó a Londres exactamente dos semanas y tres días antes del inicio oficial de la temporada. Con la belleza de la amada Francia impregnada aún en sus pupilas, no tardó ni un día en ponerse a confeccionar algunos vestidos con las frescas ideas que Paris germinó en su cabeza.
Debía admitir que había sacado provecho al máximo de su segundo negocio el año anterior. La clientela se había disparado, cuando Lady Whistledown le había hecho un particular cumplido en su panfleto. Lo que hasta entonces se estaba convirtiendo en su peor pesadilla con la nueva modista causando furor entre las damiselas de todo Mayfair, pasó a ser un sueño, cuando éstas mismas comenzaron agolparse una contra otras luego de esa simple oración. Bien sabia el poder de la palabra que tenía ese panfleto, pero jamás lo había visto actuar tan de cerca.

A medida que los peniques crecían en su bolsillo, Madame Delacroix también veía crecer a pasos agigantados su sueño de exponer su arte en la capital de la moda, Paris. Cuando por fin se dio cuenta que esa posibilidad bien podia llegar a ser tangible se contactó con su antigua mentora, Madame Lerusse. Solo necesito de una carta con simples bosquejos para que su mentora se viese interesada.
Cuando la temporada en Londres concluyó, ella había conseguido un espacio en la gran Francia para poder mostrar sus vestidos. Madame Lerusse había contactado a otra de sus pupilas, con gran éxito  en Paris, y ésta después de examinar los bocetos, le otorgo un espacio en su galería para que pudiese exhibir algunos modelos. Así como un lugar donde quedarse.

Como no podía ser de otra forma, no todo era color de oro; había llegado fuera de la temporada Parisiana, en pleno fulgor del imperio del embajador Napoleón, lo que significaba que no había mucha aristocracia francesa paseándose por las calles que pudieses contemplar su talento. Asimismo, aunque estaba agradecida con Gianette; la pupila de Madame Lerusse, y modista consagrada de 1813, había esperado que el “espacio” sugerido para sus vestidos fuese algo más que un simple maniquí recluido a un rincón de la vitrina. Ni que hablar de la pensión donde debió dormir durante esos meses, estaba convencida que las pesadillas con las ratas de aquel lugar la iban a perseguir durante semanas.

Pero ni siquiera tales condiciones consiguieron opacar el brillo que desprendió durante su estadía. Un brillo proveniente del alma, de su felicidad por estar nuevamente en su adorado país, disfrutando de recorrer las calles de la glamurosa Paris.

El día anterior a irse le costó terriblemente más, cuando Gianette, se despidió de ella, diciéndole que la esperaría el año siguiente también, y le propuso que llegara dos semanas antes del final de la temporada, que ella le otorgaría dos maniquíes para sus prendas, uno en la vitrina y otro dentro del local. Finalmente su destino daba muestras de volverse más brillante.

Ahora, de regreso en Londres, debía enfocarse en la temporada que comenzaba. Este año debía ser mas fructífero que el anterior, procuró. Como era costumbre con las damas inglesas, los pedidos comenzaron a llegar una semana antes del debut oficial de las señoritas de la créme de Inglaterra cuando las adineradas familias comenzaban a llegar a la capital, o venían en viaje desde los confines más remotos de la campiña.
Decenas de cartas se juntaron en su escritorio personal de un día para el otro, todas con pedidos de una docenas de vestidos; algunos para el día, pensados para paseos por el parque,  o las tardes de té que tanto disfrutaban los ingleses.  Y, como no podía ser de otra manera, para las lujosas celebraciones en la noche . En el caso de que la familia estuviese formada por varias damas, el número de vestidos a confeccionar crecía alarmantemente.

Por suerte, Madame Delacroix, llevaba un tiempo trabajando con las excéntricas damas que llegaban a Londres, y ya se había hecho con una eficiente organización.
A no ser de las jovenes señoritas debutantes que pisaban por primera vez las calles de la capital, Madame Delacroix llevaba diligentemente – y en secreto – un diario con las medidas de todas las damas que pasaban por su tienda. De todas formas, siempre les sugería que enviasen sus medidas al final del pedido para poder confeccionar a tiempo los vestidos, pero por supuesto, esto rara vez sucedía. De modo que comenzaba su labor con las últimas medidas tomadas a la dama. Si simplemente supieran lo que un par de centímetros más, o de menos, podían llegar a contar sobre una mujer, sospesó Delacroix. ¿De cuántos chismes podía ser uno participe en una habitación, cuándo su presencia era ignorada? No le extrañaba que Lady Whistledown estuviese tan bien informada. Las damas de Londres se jactaban de sus modales refinados, pero se les olvidaba trabar la lengua cuando de algún jugoso chismerío se trataba.

Seduciendo a Miss Featherington (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora