El Rudgler le debía su nombre a su dueño y arquitecto, un misterioso empresario de las colonias recientemente llegado a Inglaterra, que, según los rumores, se había hecho acreedor de una cuantiosa herencia que le había permitido costear el extravagante proyecto.
La obra había estado en construcción durante más de tres años, y desde el inicio, había causado revuelo. Los entendidos que habían tenido la fortuna de ver los planos presentados por el empresario para su aprobación, aseguraban que la misma no sería admitida; las planeaciones presentadas, decían algunos, eran demasiado poco convencionales; otros en tanto, definieron la idea del señor Rudgler como: "aberrante para la estética e impráctica en el desarrollo de la ciudad".
No es necesario describir la magnitud del escándalo que aconteció cuando el proyecto del empresario fue permitido por la alcaldía de Londres. Los caballeros hablaban de ello a todas horas y en todas partes; y, como resultado, tanto los opositores de la idea, como los partidarios a la misma quisieron conocer mejor los orígenes del italiano, así como de su fortuna.
Sin embargo, indagar en el pasado del empresario resultó ser tan escabroso como su carácter. La sociedad se tuvo que conformar de conjeturas más que de verdades acerca de quién era realmente el enigmático hombre, al que tampoco se le veía resuelto a paliar la fama que estaba ganando.
E incluso sin las enculebraciones en torno a su propietario de por medio, El Rudgler, iba dar que hablar. Era la edificación más grande hasta la fecha. Contaba con cinco pisos aparte del subsuelo y sus terrenos ocupaban gran parte de la manzana. Ubicado en los límites de Marylebone, estaba concebido para aclimatarse preferentemente a las clases altas de la burguesía que de la opulencia aristócrata.
De hecho, las cuatro familias que residían en la actualidad en el edificio, contaban con un caudal de ingresos amplios pero orígenes diversos: dos familias americanas, una familia española y una italiana, que excluían desde luego, cualquier indicio de raíces nobles en su abolengo pero que habían llegado a Inglaterra pretendiendo incorporarlas pronto. Claro que, está vinculación se esperaba concebir mediante el contrato más longevo de la historia: el matrimonio, y por ello, las cinco familias poseían entre sus miembros hijos e hijas en edad casamentera.
- Tengo la impresión de que estamos siendo observados
El calmado susurro de Barrow le llegó a través de la mesa circular que los separaba, obligándola, muy a su pesar, a desviar la mirada a su rostro. Él estaba inclinado apenas sobre la mesa y le sonreía. Penelope había visto muchas sonrisas a lo largo de su vida, pero debía admitir que nunca una como la que el caballero frente a ella sabía esbozar; insondable a la par que seductora.
No daba la impresión de ser la clase de hombre que ofrece una sonrisa a todo aquel que se cruce en su camino; de hecho, verlo sonreír era tan inesperado que, cuando lo vio la primera vez, tuvo que recordarse de quien se trataba. Seguramente, varias damas quedaron cautivadas ante la belleza de ese inusual regalo, y aunque ella no era inmune a su encanto, tampoco caía rendida a sus pies. No porque no lo deseara, sino porque no le era posible hacerlo.Dejó escapar un suspiro y se enderezó en la silla de respaldo alto. Observó a su alrededor. Barrow estaba en lo cierto, varios pares de ojos los miraban con curiosidad apenas disimulada, a la vez que intentaban aproximarse para murmurar entre si.
- Es una lástima - le dijo, con voz cansina - Que teniendo tanto para ver aquí, desperdicien su tiempo en futilidades cuando podrían estar admirando el privilegiado panorama que nos rodea.
Barrow se echó hacia atrás y alzó las cejas, sorprendido y sonriente.
Habia cambiado. Algo, dentro de ella, había cambiado en el correr de los últimos días. O no. Quizá, simplemente, estaba paulatinamente demostrando quién era en realidad. Quiso creer desde lo profundo del alma, que la ruptura de lazos que se habían sucedido en los últimos tiempos, resultaba ser el impulso que necesitaba para dejar la parte de sí misma que la anclaban a una personalidad que ya no la definía por completo. Precisaba creer que todo aquello tenía un motivo para suceder, ¿Qué mejor manera que decidirse por una justificación que aquella que implicase la transformación de su persona? Quizá no fuese la más lógica, pero, en todo caso, ayudaba con la asfixiante angustia que se había afianzado en su pecho últimamente.
Penelope lo observó. Él, por su parte, hacía lo propio con ella. Tenía la cabeza ladeada y una media sonrisa persistía juguetón en sus labios. Había apoyado un codo en el apoyabrazos de la silla y con la mano se frotaba la corta barba en un gesto inconsciente, como si estuviera reflexionando profundamente. Todo él destilaba peligro. Era la clase de caballero de las que las madres intentaban prevenir a sus hijas por temor a que su honor fuese menoscabado. Todas menos la suya, evidentemente, que parecía encontrar correcto arrojar a su protegida a los brazos de un atractivo casquivano.
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Seduciendo a Miss Featherington (fanfic)
RomanceLuego de los eventos acontecidos en la temporada 2 de Brigerton, y habiendo leido el romance entee Colin Bridgerton y Penelope Featherington, he decidido crear mi propia versión de lo que podría suceder entre estos dos hilirantes personajes. Su cre...