Capitulo 6

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Lady Danbury se aproximó a los dos hermanos Bridgerton con maliciosa lentitud a sabiendas que los jóvenes estaban anclados en su sitio hasta que ella se les uniera.

- Srta Eloise. Sr. Bridgerton. Que coincidencia encontrarlos juntos - exclamó, cándida, una vez que llegó hasta ellos -  Su madre los está buscando.

En los ojos de la condesa viuda se apreciaba un brillo parecido al del cazador que sin proponérselo da con su presa.  

- Si, es que...no me sentía bien y Colin me estaba haciendo compañía -mintió Eloise. Quién por cierto, solía hablar deprisa cuando estaba nerviosa. Sin dudas,  un mal hábito que lograba dejarla en evidencia frente a sus hermanos, y que, podría resultar bastante inoportuno en esos momentos. 

La condesa alzó una ceja. Sus ojos, negros como el carbón, brillaban con escepticismo. 

- ¿En el vestíbulo? ¿Acaso no es mejor para las dolencias el fresco aire de la terraza?

- Así es - Intervino, Colin. Estaba seguro de que si su hermana continuaba con la conversación los delataría a ambos -  Pero ya conoce a mi hermana, Lady Danbury. Es terca como diez mulas. Por suerte, Eloise ya se siente mejor. - Colin no se molestó en disimular el enojo cuando clavo los ojos en su hermana. -  Por lo qué puedes ir a buscar a madre que te solicita.

Eloise en tanto, no se acobardó, se irguió totalmente antes de devolverle una mirada irritable. 

- Nos solicita a ambos. – recalcó ella entre dientes.

- La srta Eloise está en lo correcto. – Sostuvo Lady Danbury antes de que Colin pudiese protestar. En su gesto se leía claramente que se encontraba a gusto con el intercambio que estaba presenciando. – De hecho, como dije hace un rato, los solicita a ambos. Con gusto podría pedirle a un lacayo que los guiase hasta donde se encuentra.

La condesa giró la cabeza con la intención de localizar a uno de sus criados.

- No es necesario, Lady Danbury - aseguró Eloise, de prisa, casi con un chillido.   

La condenada mujer no hizo esfuerzo alguno por ocultar su diversión mientras posaba su ingeniosa mirada de uno a otro hermano Bridgerton. 

- Nosotros podemos perfectamente encontrarla sin ayuda, Lady Danbury. – Le aclaró él, obsequiándole lo que esperaba fuese la sonrisa que sellaría el inoportuno intercambio.

- Mmm... sospecho que no están siendo francos conmigo ustedes dos. – El bastón de la condesa que descansaba entre sus manos entrelazadas, emitió un ruido seco cuando lo alzó para golpear el suelo. Colin se estremeció en pensar cuantos pies habían caído presos de aquel atroz pedazo de madera. 

- No podríamos ni comenzar a soñar con intentar engañarla, Lady Danbury. Sería un esfuerzo en vano. – Fue consciente demasiado tarde que el hilo de ansiedad en su voz lo estaba delatando. 

Era conocido lo mucho que disfrutaba Lady Danbury en echar a perder la paciencia a uno, especialmente, cuando la mujer presentía que estaban intentando liberarse de ella; y la condesa, parecía haber captado la urgencia del caballero por desenvolverse de la situación.

Su hermana, sin embargo, fue más rápida y  procuró convencer a la viuda :

 – Si gusta, puede guiarnos usted, Lady Danbury, luego de que concluya con lo que se dirigía hacer. No queremos retenerla aquí a sabiendas de lo ocupada que debe encontrarse esta noche. - A esta frase le procedió una estrecha sonrisa que, ciertamente, no cuajaba con la personalidad de Eloise. -  Le prometemos que seríamos incapaces de moveremos de este sitio hasta que usted regrese. – Agregó, y Colin percibió una sombra de su madre en la postura y el tono que su hermana había empleado. Al parecer, las lecciones impartidas por Violet Bridgerton no fueron a mal puerto después de todo. 

Colin saboreó fugazmente la victoria al darse cuenta como el semblante de la viuda iba cediendo cuando escuchó a su hermana decir:

-Aunque,  si me permite la duda, ¿Qué está haciendo usted aquí?

Tenia que tratarse de Eloise y su enorme bocaza.  ¿Por qué había sido dotada con esa horrible costumbre de no saber cuándo guardar silencio? De algún modo, logró retener las ganas de solicitarle a un criado aguja e hilo y cocerle el mismo la boca a su hermana en cuanto la escuchó formular la pregunta. Ella entendió, o al menos captó, la amenaza en el semblante de su hermano mayor pues dio un prudente paso lejos. 

- Es mi casa.

La condesa pronunció las palabras muy despacio, del mismo modo que se dirige uno a un niño pequeño a quién le cuesta todavía entender del todo como funcionan las cosas. 

- ¡Claro! Por supuesto. Es que pensé que la anfitriona debía pasar tiempo en la sala más concurrida que, en este caso,  es el salón de baile.

- Si. Estaba cumpliendo con esa aburrida función cuando me fue informado que uno de los carruajes reales se aparcó en la entrada. – Eloise hizo una mueca de espanto que sorprendió a Colin. – Y es mi deber como anfitriona, como usted bien debe saber, recibir a su Majestad.

- ¿La Reina? – farfulló su hermana.

- Claro, niña. – Lady Danbury, repasó extrañada a la muchacha. Tras lo cual se acercó a él. - ¿Qué le pasa? Creí que era la lista.

Colin intentó no ofenderse. Sin embargo, a él también le pareció curioso el comportamiento de su hermana.

- Los mortales no disponemos de su carácter avispado todo el tiempo, Lady Danbury. 

La respuesta convenció a la dama que asintió. Casi enseguida, algo captó la atención de Lady Danbury, los ojos se le agrandaron  y enderezó la espalda, esbozando una amplia sonrisa.

- ¡Oh, su Majestad!

Las conversaciones cesaron de inmediato por la abrumadora presencia de la Reina. Era temida por su impetuosa personalidad, y repudiada en secreto por las ramas más conservadoras de la sociedad. Su historia se contaba o bien a todo pulmón en los escenarios, o en la intimidad del hogar a puertas cerradas. No era de extrañar que fuese excéntrica y derrochadora, tenía derecho a ser como quisiese, después de las tempestividades a las que tuvo que hacer frente.

- Lady Danbury. – La atronadora voz de la Reina rebotó por las paredes del vestíbulo, inundando el espacio. Para Colin siempre fue interesante el efecto que esa mujer provocaba en sus pares.  La comarca analizó la fiesta con renuencia. Con todo, su ojo clínico fue reparando en cada detalle. – Impresionante velada como siempre.

La condesa viuda se enderezó de la profunda reverencia que había conseguido hacer con esfuerzo apoyada siempre en su bastón. 

- Es un honor el elogio viniendo de la mejor anfitriona de toda Inglaterra.

Vieja lista, concedió Colin al ver el regocijo en la mirada de la Reina que luego detuvo en él.

- Sr. Bridgerton. ¿Usted es el segundo o el tercero? No suelo recordarlo con exactitud.

¿Segundo o tercero? !A eso se estaba reduciendo su vida, a ser encasillado en un número?.

- Tercero, su Majestad.

- Ah, si. ¡El chico de los viajes! Este año estuviste en Grecia...No...¿Dónde fue? – Colin se mordió el labio. – Si, si. ¡Ya lo recuerdo! – Exclamó, triunfante. – Chipre. Lady Whistledown te ha dedicado algunos párrafos en su panfleto. Es por eso que lo sé.

- Si, Lady Whistledown es muy diligente con lo que suele informar, su Majestad. Me sorprende que aún no la haya reclutado como espía.

La Reina entrecerró los ojos, y él comprendió que estaba deduciendo como interpretar el tono en que había hablado. Y es que, debía admitir, las palabras se le escaparon sin que pudiese detenerlas.
Que él mostrase su irritabilidad para con los demás era en absoluto anormal. Colin se consideraba de esas personas con un sólido autocontrol. Capaz de manejar una situación que le produjese desagrado con cordura y palabrearía. Por desgracia, cuando su autocontrol fallaba (situaciones para su consternación cada vez más frecuentes) , la alocución del que estaba tan orgulloso se convertía con una exasperante facilidad en un arma de doble filo.

Seduciendo a Miss Featherington (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora