Capítulo 8

769 39 1
                                    


Desde esa noche, no pudo centrarse en hacer otra labor que no implicase resolver la compleja posición en la que había quedado. Madame Delacroix se había disculpado por segunda vez, bajo el portal de la entrada, después de asegurarse que no hubiese nadie observando protegido por las sombras que se proyectaba en las esquinas de la acera.

La pequeña ayudante, Clothile , fue la encargada de guiar, nuevamente, a una aturdida Penelope por el hogar de madame Delacroix. Cuando la joven había pisado el peldaño en el escalón del carruaje de alquiler, ayudada por Cole el cochero y su surcado rostro de sonrisa afable, se estremeció al frío contacto de unos dedos en su mano. Al bajar la mirada observó la flor que la niña le hubo entregado.

La margarita la acompañó el resto del silencioso trayecto.

Tres días habían transcurrido desde entonces.

Llevaba tres días en que una tarea simple como el hecho de permanecer sentada le incurría toda la fuerza de voluntad que poseía. Para su entera mortificación, fallaba estrepitosamente a cada intento.

El hecho además, de que esa noche fuese el baile de lady Danbury, contribuía a acrecentar la bola que se había formado dentro de ella. Ahora bien, por experiencia, sabía que ese tipo de evento con tanta concurrencia, era la distracción perfecta para escabullirse. Y, si la velada se llevaba a cabo con la misma normalidad de siempre, ella pasaría inadvertida durante gran parte de la noche. Esa invisibilidad hacia su persona le permitiría concretar el encuentro con su editor. Ya que dejaría de contar con la eficaz ayuda de la mujer, el nuevo editor y ella debían reconsiderar una estratega para la entrega de los manuscritos.

Agradecía la buena disposición de madame Delacroix pese al temor que se reflejaba en sus ojos castaños a que descubrieran su implicancia con la descarada autora. Luego de que Penelope la convenciera que comprendía su accionar, y lo más importante; le asegurara que no acarrearía comentarios negativos en su columna para la modista, ésta prometió seguir cooperando con ella por dos semanas más en tanto resolvía el asunto.

Si era cierto, si realmente alguien iba tras las huellas de lady Whistledown entonces tendría que redoblar sus esfuerzos y procurar una mayor discreción.

Su mente trabajaba desde el alba hasta la puesta del sol tratando de entender quién estaba tras ella. Si se trataba como sospechaba Genavive de la policia, la verdadera implicada no debía ser otra que la reina. El consecutivo fracaso en la revelación de la identidad de lady Whistledown, había encontrado su punto más álgido cuando desbarató las certezas que ésta acunaba contra su principal sospechosa hasta la fecha. Había ayudado a su amiga a salir sin consecuencias del enredo con la reina, pero al hacerlo, había dejado la puerta abierta a que la investigación siguiera su curso, con la adición de que la ofuscada mujer tuviese un culpable menos en su lista. Porque debía haber una lista, y ella esperaba que su nombre no estuviera en esas líneas.

Pero, la verdadera cuestión, la que le provocaba un escalofrío al pensar en ello, era cómo habían conjugado a madame Delacroix con lady Whistledown. Si habían logrado dilucidar que trabajaban juntas, entonces su secreto estaba más próximo a ser descubierto de lo que le gustaría creer.

Repasó la tímida insinuación que la modista le había hecho cuando la visitó de que Eloise pudiese tener implicación en los eventos. Ella había defendido la moral de su amiga con uñas afiladas, aún y con todo lo que sucedió entre las dos, creía ciegamente en que Eloise no la delataría. Al menos no con la reina, a sabiendas de primera mano lo que podría implicar. Sin embargo, el sepulcral silencio que acompasó la resolución de la joven de no querer saber nada de Penelope, sembraba un semilla de duda en lo más oscuro de su cerebro; quizá se le había escapado una sugerencia sin proponérselo, quizá sintió la necesidad de desahogarse con otra persona y ésta había traicionado su confianza o, quizá, no tuviese nada que ver con lo que sucedía. Sea como fuese, los pensamientos la asediaban minuto a minuto y su cuerpo, por consiguiente, acompasaba la vertiginosa preocupación que la acompañaba.

Seduciendo a Miss Featherington (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora