Capitulo 3

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Hola! Se demoró pero llegó el tercer capítulo. Como podrán notar estoy tratando de desarrollar la historia lentamente, procurando ser fiel al desarrollo y la personalidad de los personajes. Aún nuestros protagonistas no se han encontrado pero pronto lo harán. ¿Qué sucederá entonces?
Quisiera agradecer aquellos que están acompañándome en este viaje. Les pido si tienen unos segundos comenten la historia para saber qué piensan, qué esperan y qué les está pareciendo.
Sin más, saluditos!
Playlist song: Blinding lights Weeknd

En sus veinticinco años de vida, Colin Bridgerton rara vez dejaba vagar sus pensamientos a nociones tan inciertas como le resultaba la espiritualidad. Este plano ya se le antojaba complicado en ocasiones como para eventualmente torturarse pensando en lo ocurriría una vez su alma dejase su cuerpo.

Con su rebosante salud, los conceptos de muerte y vida le resultaban lejanos. Extraños. Estos acontecimientos pasaban efusivamente por sus pensamientos si se sentía particularmente deprimido, lo cual evitaba, ocupando sus mente en actividades de ocio, los viajes, las bebidas y, de vez en cuando, el cuerpo de una mujer para calentar su lecho. Y, cuando tuvo que experimentar el dolor de la pérdida en carne propia, se consideró excepcionalmente privilegiado de que su infantil mente se hubiese encargado de enterrar esos sentimientos en algún oscuro y perdido cajón de su conciencia. 

Aún así, al haberse criado en el seno de una familia católica, Colin había sido bautizado,había participado de la eucaristía, e ido a misa regularmente los domingos. Por lo que se habia formulado, al igual que gran parte de las personas que practicaban una religión, una imagen bastante clara de como podía llegar a ser el cielo; y, gracias al poeta Alighieri, una aún más certera de lo que esperaba en el infierno. Desgraciadamente, el escritor había cometido fallos en su descripción, pues él no podía concebir que no se encontrase en uno de los famosos círculos del inframundo en esos momentos.  

Recordaba haber estado con su familia y ver un interminable desfile de señoritas que apenas si habían dejado las faldas de sus institutrices caminar con todo su esfuerzo hacia las reina, con esas insoportables coronas de plumas balanceándose sobre sus cabezas, o los peinados empolvados imposibles, adornados con joyas que daban la impresión de que la dama se hubiese colocado un pastel de bodas de varios pisos encima de la coronilla. Recordaba cuando le llegó el turno a Francesca y las exclamaciones de deleite de los presentes al verla. Incluso de su propia familia cuando su hermanita se inclinó con exquisitez a la Reina, y ésta le sonrió. Recordaba que se le hinchó el pecho de orgullo en ese momento, tanto por ella como por su cuñada. La vizcondesa, se había mostrado a la altura del desafío y nadie podía haber adivinado que esa misma mañana era un completo manojo de nervios, con el semblante decidido y sereno con que acompañó a su hermana.

Colin recordaba con mucha claridad todo esos acontecimientos, hasta que la presentación por fin había culminado y el estaba feliz de haber cumplido con su deber, y luego, por último, recordaba haber sido  arrastrado, junto con el resto de los invitados en una torva hacia los jardines reales. Entonces, él estaba seguro que al atravesar las descomedidas puertas francesas del palacio, había terminado sin entender muy bien cómo en el infierno. Y para su absoluta sorpresa, el buen conocido Aligheri, se había equivocado. Allí no había llamas u olor a carne quemada, el paisaje no era sombrío, ni se escuchaban alaridos de dolor que estremecían el cuerpo, o demonios deformes y espeluznante que te helaran la sangre con la mirada; y sin embargo, él prefirió todo ese inclemente panorama al que tenía enfrente.

Tuvo que entrecerrar los ojos ante el drástico cambio de luz que experimentó al pasar del interior fresco al exterior, con el destellante sol iluminando la amplia parcela de tierra que se materializó frente a él cuando se le hubo acostumbrado la vista. Los vibrantes matices de verdes, de la fresca hierba, los árboles y los setos distribuidos con precisión por el terreno, se extendían más allá del horizonte, bordeando al este el río Témesis, y al oeste un frondoso bosque de robles y sauces. Con ese impactante paisaje, debió recordarse mentalmente que seguía en la bulliciosa Londres, y no en alguno de los paradisíacos lugares que acostumbraba visitar.
Desde la terraza donde quedó parado, pudo apreciar el enorme esfuerzo que debió suponer para los jardineros reales haber, sembrado, cultivado y cuidado las diferentes especies de flores de pétalos blancos, que agrupadas dentro de unas bajas cercas de madera, formaban bellas figuras de animales; conejos de pomposa cola, leones de espesa melena y caballos inmortalizados sobre sus cuarzos traseros que se distribuían por gran parte del  terreno.
Por mucho que su fama le precediese, el encantador descaro que las personas solían remarcar sobre su persona se limitaba a los encuentros sociales, o aquellos temas en los que tuviese un cierto conocimiento que podia jactarse de ser vasto alimentado por su constantes ansías de explorar y de conocer. Gracias a ello podía entablar conversación sobre casi cualquier cuestión a la par de muchos expertos.
Sin embargo, su descaro tenía limitaciones, uno de ellos era considerarse un boticario, ni siquiera, reconoció, podría referirse a si mismo como un conocedor aficionado de las plantas, pero pudo identificar los narcisos, los jazmines, y las delicadas calas por el delicioso aroma que le embriagó.

Seduciendo a Miss Featherington (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora