14 de abril - 20:20

26 3 0
                                    

—Aspetta, Carlo [espera, Carlo] —dijo la voz de Toni desde el interior de la habitación, deteniendo los pasos de su hermano—. Ti dimentichi dei soldi [te olvidas del dinero].

—È vero, fratello. Mi sono completamente dimenticato.

[Es verdad, hermano. Lo olvidé por completo].

—Mejor si llevas de sobra, que luego siempre me acabas pidiendo para las apuestas.

Este breve intercambio de palabras, concedieron a Volkov el tiempo que necesitaba para apresurarse hasta la puerta de la habitación de Nikolai. Fue una suerte que no desaprovechó. Aún de puntillas y en silencio, se adelantó rápida y sigilosamente, con una expresión apurada hasta su destino. Sin llamar a la puerta, la abrió directamente y entró justo en el momento en el que los italianos abandonaban su dormitorio y aparecían en el pasillo.

—¿Pero qué...? —dijo Nikolai sobresaltado al ver a su amigo irrumpir precipitadamente.

Antes de que pudiera terminar de decir nada, Volkov se abalanzó sobre él y le tapó la boca con su mano izquierda, mientras con la otra le hacía un gesto para que se mantuviera en silencio.

—Sssssssssss —susurró.

Aguzó el oído y escuchó con atención el exterior. Así, pudo percibir cómo se alejaban los Gambino. Después, se acercó a la pared izquierda de la habitación y apoyó la oreja en ella. José Heredia seguía dentro entonando algún tipo de canción. Con un suspiro de alivio, se dio la vuelta y sonriendo se dirigió a Nikolai.

—De acuerdo —dijo Volkov bajando el volumen de su voz—, tenemos que hablar.

***

—¿Y usted? ¿Quién es y qué es lo que hace en mis cocinas? —preguntó el chef.

Parecía muy enfadado. Su imponente figura, añadida a la potente voz del hombre daba miedo. Además, Horacio se encontraba aún agachado, con lo cual veía al hombre incluso más grande desde su perspectiva. El joven tragó saliva con dificultad, tratando de pensar una buen excusa por la que estar ahí. El chef se estaba impacientando, lo notó por la forma en la que fruncía el ceño, a la espera de una respuesta.

—No me deja opción, me veo obligado a llamar a seguridad. Si es usted un ladrón ya puede prepararse. Nadie roba en mi cocina.

Entonces intervino Blake, intentando ayudar a su amigo en apuros:

—¡Es mi amigo! —dijo elevando el tono de su voz—. Está aquí...por.. porque...me escuchó decir que había mucho trabajo y... quiso venir a ayudarme.

Horacio se incorporó con torpeza, ante la tensión que aún sentía. Miró de frente al chef y vio que lo estaba analizando con los ojos.

—Ya te lo dije... —continuó Blake disimulando y dirigiéndose ahora a Horacio—. Esto no es trabajo para cualquiera, así que será mejor que te acompañe a la salida...

El cocinero abrió mucho los ojos y apoyó la mano en la espalda de Horacio, haciendo un gesto para guiarle. El pelirrojo asintió y se dejó llevar por su amigo, sin decir nada. Con suerte, podría contarle lo que estaba sucediendo antes de salir de la cocina y después buscar al resto para formalizar un plan. Ya habían emprendido el camino entre los fogones hacia la salida cuando una mano se posó sobre el hombro de Blake.

—Un momento —los detuvo el chef—. En realidad, uno de los chicos del servicio ha tenido que retirarse y no vendría mal un poco de ayuda esta noche. Ya que se ha ofrecido, ¿por qué vamos a desperdiciar mano de obra?

Blake y Horacio se quedaron paralizados en el acto. Los dos se miraron de reojo entre ellos, siendo conscientes de que no había escapatoria.

—Joven, acompáñeme, hay mucho trabajo y seguro que habrá algo que pueda hacer—dijo el chef—. En cuanto a usted, señor Blake, ya que tiene tiempo de sobra, le encargo el quinto plato: pierna de cordero en salsa de menta, patito asado con salsa de manzana, lomo de buey asado con patatas chateau (torneadas y doradas en mantequilla). Guisantes, zanahorias con crema, arroz hervido, patatas nuevas hervidas y patatas parmentier (salteadas en mantequilla con perejil fresco). Lo quiero perfecto para ya mismo, ¿ENTENDIDO?

—¡SÍ, CHEF! —gritó Blake, enderezando su espalda.

Acto seguido salió corriendo y se puso manos a la obra de inmediato. Su tez continuaba pálida y su expresión agobiada solo parecía acentuarse conforme comenzaba a revisar las recetas que le había dicho. Lo único que le impedía a Blake romper a llorar en ese momento era su profesionalidad y orgullo. Y es que no era para menos. Había casi un centenar de personas encargadas de la cocina, de las cuales 21 eran cocineros con el mismo puesto que él. Entre todos debían preparar una cena de 10 platos para más de 2200 personas. Aquel quinto plato era, sin duda, uno de los más elaborados del menú.

—En cuanto a usted —dijo el chef y volvió a mirar a Horacio, que aún continuaba inmóvil—. ¿Cuál es su nombre?

—Puede... puede llamarme H —respondió intimidado, era mejor ocultar su nombre por si las cosas se torcían.

—¿Tiene experiencia trabajando en las cocinas?

El pelirrojo negó con la cabeza. Su cerebro era como una máquina que funcionaba a toda velocidad, pensando en una forma de escapar de aquella situación. Aquella pregunta del chef le dio una gran idea.

—De hecho, soy un desastre —añadió Horacio, volviendo a su habitual personalidad confiada—. La última vez que intenté hacer un desayuno, tuve que mudarme porque quemé toda la casa en la que me estaba hospedando. Así que entiendo si no se puede, ¿eh? Al fin y al cabo yo me dedico a pintar cuadros, así que no se preocupe si tiene que echarme de aquí porque estoy molestando o algo...

—¡No pasa nada! Tengo un puesto perfecto para ti —dijo el chef con una radiante sonrisa en el rostro. 

AU TITANIC - VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora