15 de abril - 03:00

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Una luz brilló entre la oscuridad. Volkov contemplaba el cielo, intentando mantener los ojos abiertos, pero los párpados le pesaban. Cuando notó aquel destello en la noche, cerró los ojos con fuerza, deslumbrado ante la súbita fuente de luz. Solo entonces fue consciente de que un bote se acercaba. Al fin venían a rescatarlos. 

Con movimientos lentos, Víktor se dio la vuelta y comenzó a llamar a Horacio con un hilo de voz. El frío lo había dejado afónico. 

—Horacio —dijo en apenas un susurro. 

Horacio tenía los ojos cerrados, durmiendo con una expresión de calma y paz en su rostro. 

—Horacio, despierta. 

El pelirrojo continuaba durmiendo. Volkov pensó que si empezaban a vivir juntos tendría que idear algún método para despertar a Horacio, que parecía tener un sueño muy pesado. 

—Vamos, Horacio, despierta ya. 

Estaba tan profundamente dormido que incluso había dejado de temblar… 

Volkov se dio cuenta entonces de que algo iba mal. Era imposible que hubiese dejado de temblar con el frío que hacía. Imposible… a no ser que… no, no podía ser. 

—¡Horacio! ¡Despierta! —incluso con su voz afónica comenzó a forzar la voz. 

Con cuidado comenzó a sacudir el cuerpo de Horacio, intentando hacerle volver a la consciencia. Su rostro húmedo estaba tan frío como el hielo. 

—¡Horacio! ¡Despierta, por dios! 

Volkov no quería aceptarlo, no deseaba admitirlo, pero cuando las lágrimas surcaron sus ojos y los sollozos comenzaron a hacerse audibles entre sus silenciosos gritos lo supo. Su interior lo sabía. Horacio había muerto. 

—¡Horacio! —dijo mientras empezaba a llorar— Despierta, Horacio… por favor… 

Víktor trató de abrazar a Horacio, pero la mano unida a la suya se lo impedía, así que trató de zafarse de ella. Estaba congelada y petrificada. Tuvo que tirar con fuerza para extraer la mano de entre sus dedos. El golpe sordo que se escuchó cuando la mano del pelirrojo chocó inerte contra la madera le produjo escalofríos. 

—Mira, Horacio —le decía al cuerpo sin vida, mientras lo abrazaba con cuidado y sonreía entre lágrimas—. Los botes… los botes vienen a por nosotros. Vienen a salvarnos… 

La tabla se tambaleó cuando se inclinó sobre Horacio. El bote que había vuelto a por los supervivientes estaba pasando de largo. Si no lograba atraer su atención, se perdería en la distancia y lo abandonaría allí. Sin embargo, Volkov no quería separarse de Horacio. Los sollozos se hicieron cada vez más y más fuertes, mientras continuaba tratando de obrar un milagro, llamándolo y deseando que abriera los ojos. Aquellos hermosos ojos de distinto color que no volvería a ver nunca. 

Con delicadeza, tomó el rostro de Horacio entre sus manos y lo acunó con manos temblorosas. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que sucederle aquello a él? Al fin iban a ser felices juntos. Casi podía escuchar la voz del menor diciéndole que le quería, que estaría a su lado… 

—¿Y ahora qué? —decía sin poder detener su llanto. 

Nunca podría ver la reacción de Horacio cuando le dijera sus sentimientos. Nunca podría verlo igual de feliz que lo había hecho a él cuando lo escuchó. Sin embargo, lo que Volkov quería decirle a Horacio no era eso, pues su sentimiento era mucho más profundo. 

—Te amo —susurró finalmente, sabiendo que aquellas palabras nunca serían escuchadas por él y besó aquellos labios fríos y sin vida con suavidad y ternura. 

Los sollozos se intensificaron tanto, a pesar de su voz afónica, que el hombre que dirigía el bote que había regresado lo escuchó romper el silencio y lo encontró allí, abrazando un cadáver medio hundido y llorando desconsoladamente. 

Aún media hora después, abrigado con una manta dentro de aquel único bote salvavidas que había regresado a por aquellos desamparados en el agua, continuaban saliendo sus lágrimas. 

Una nueva luz apareció en el oscuro horizonte entonces. El Carpathia, un navío que atendió la llamada de auxilio del buque hundido, se divisaba en la distancia acercándose hacia los supervivientes que se encontraban desperdigados por el Océano en distintas embarcaciones. 

Y aquel destello limpió las tinieblas en las que Volkov se encontraba, haciéndole recordar una promesa. 

Incluso en aquel momento, a pesar de que ya no estaba con él, Horacio sería el que lo ayudaría a salir adelante, pues él lo había salvado de todas las formas en las que se podía salvar a una persona y Víktor Volkov mantendría su promesa y no se rendiría. 

AU TITANIC - VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora